Hemos leído con interés diversos trabajos publicados durante los últimos 6 años sobre la tuberculosis en la población inmigrante1–4, y hemos comprobado que los movimientos migratorios masivos de países con alta endemia de tuberculosis y las condiciones de vida a que se ven sometidos estos inmigrantes han condicionado un aumento de la enfermedad en muchos países de la Unión Europea. Este aumento se ha producido a expensas de este grupo poblacional, sin que haya evidencia de que pueda estar afectando a la epidemiología de la enfermedad en la población autóctona1,2.
España, junto con Portugal, presenta la incidencia de tuberculosis más alta de Europa occidental, si bien en las últimas décadas se han conseguido importantes reducciones5. Según un informe emitido por el European Centre for Disease Prevention and Control, con datos de 2009, España registra 16,6 casos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes5. Ese mismo año, en la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica se declararon 7652 casos de tuberculosis, lo que equivale a una tasa de incidencia de 16,96 por 100.000 habitantes6.
El declive, en nuestro país, de la tasa de incidencia de tuberculosis anual se debe en gran parte a la mejoría de las condiciones sociales y sanitarias, y secundariamente a la disponibilidad de tratamientos cada vez más eficaces2. Sin embargo, nuevas situaciones epidemiológicas, como la inmigración y la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana, hacen que siga habiendo serias dificultades para el control adecuado de esta enfermedad3.
En los últimos años, España se ha convertido en un lugar receptor de inmigrantes, la mayoría procedentes de países de baja renta, donde la incidencia de la tuberculosis es más alta que en nuestro medio4. Se cuestiona si la tuberculosis del inmigrante es una reactivación de una infección antigua adquirida en su país de origen o, por el contrario, es una rápida evolución a enfermedad de una reciente infección en España. Es probable que la tuberculosis en los inmigrantes procedentes de países con alta prevalencia de esta enfermedad se deba a reactivaciones de tuberculosis importadas, que se ponen de manifiesto durante los primeros 5 años de estancia en España1–3. Se sabe que a partir del quinto año de residencia en nuestro país la incidencia de nuevos casos de tuberculosis en inmigrantes es similar a la encontrada entre autóctonos con semejantes características socioeconómicas, pero los datos de epidemiología molecular1,2 parecen demostrar que un número relativamente importante de tuberculosis en los inmigrantes se adquiere en nuestro país, y en ello influyen de forma prioritaria las malas condiciones de acogida, sociales (hacinamiento, malnutrición), laborales (irregularidad) y sanitarias en que se encuentran4. Y en sentido inverso, no parece que la transmisión de Mycobacterium tuberculosis de inmigrantes a autóctonos tenga una relevancia significativa como problema de salud pública3.
Para concluir, las migraciones y la movilidad demográfica siguen siendo un reto pendiente de salud pública. Esta circunstancia requiere incrementar el control de la tuberculosis con actividades que aseguren el diagnóstico temprano, la disponibilidad del tratamiento adecuado y su seguimiento y finalización, aplicando un sistema de tratamiento directamente observado en pacientes de especial riesgo de abandono precoz o incumplimiento7. Del mismo modo, es necesario mejorar las condiciones laborales y sociales de los inmigrantes, así como garantizar la disponibilidad de trabajadores sociales y agentes de salud comunitaria.
Contribuciones de autoríaTodos los autores han contribuido de manera relevante en la escritura y la revisión crítica del manuscrito, y han dado su aprobación a la versión final para su publicación.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesNinguno.