Si un sábado cualquiera lees ambas ideas –en cierto modo opuestas, sólo en cierto modo: el éxito y el fracaso, una realidad– separadas por los milímetros de unas pocas páginas de papel, un día cualquiera… Si un día las lees así es que esa(s) idea(s) ha(n) atravesado la vida de mucha gente, mucho tiempo, muchas veces. Es que hay en ella(s) algo auténtico, verdad.
La periodista dice a la pintora Nancy Spero1:
P. A Louise Bourgeois le llegó el éxito muy tarde. Como usted, padeció la indiferencia del mundo del arte masculino. Y ahora está considerada la mejor artista en activo.
R. Es interesante el fenómeno de cómo y por qué alguien se convierte en famoso. El artista nunca controla el éxito de su obra. A Bourgeois le llegó en los setenta, lo que ha pasado después, en la última década, con tantísima obra suya en ferias y museos, está fuera de su control. El mundo del arte siempre busca excitaciones, nuevas cosas que abrazar, flirtear con el peligro, provocar al burgués. Y a la vez busca preservar su respetabilidad. Es en esencia conservador.
P. En su caso, el éxito le llega dos décadas más tarde, con el renovado interés de la crítica por el cuerpo.
R. Sí, pero siempre he dicho que mi obra es hija de mi tiempo. Siempre he querido hacer un arte subversivo, escandalizar.
Artista y activista, Nancy Spero (Cleveland, Ohio, 1926) es una de las pioneras del arte feminista y una de las figuras fundamentales de la escena contestataria de Nueva York. Su compleja red de voces individuales y colectivas ha catalizado la creación de un léxico figurativo en el que ella ha representado a las mujeres desde la prehistoria hasta la actualidad, en pinturas de escala épica y collages sobre papel como Torture of Women (1976), Notes in Time on Women (1979) y The First Language (1981)2.
El científico casi nunca controla el éxito de su obra; nunca a largo plazo, claro. El mundo de la ciencia siempre busca excitaciones, espejismos, promesas, nuevas cosas que abrazar y vender, flirtear con el peligro y la vanidad, provocar al creyente, al papanatas. Y a la vez busca preservar su respetabilidad. No subvertir, no escandalizar… Hoy el científico es en esencia conservador. Muchos científicos son conservadores, miedosos… Se habla demasiado poco de lo inmensamente conservadora, cobarde, miedosa, mojigata… que es hoy una parte de la Ciencia. Nuestros «gabinetes de comunicación» –tan prudentes– sienten un respeto casi reverencial ante la Ciencia.
El mismo día, veinte páginas antes, en un breve artículo espléndido, el novelista Ricardo Menéndez Salmón3 (Gijón, 1971) escribe4: «Nací y vivo en una ciudad junto al mar que arrastra la dudosa fama de no haber sido novelada nunca con genio (…). Escribo esto desde la ironía, por descontado. También en mi rincón del mundo ha habido escritores obstinados en encerrar la realidad dentro del enunciado de una novela. Yo me cuento entre ellos, y desde hace una década me aplico a este propósito con mayor o menor fortuna, pero siempre con ambición. Porque creo que el artista, como quería Miró, debe plantearse su tarea desde la mayor de las ambiciones, con todo el orgullo posible, para ejecutarla con la mayor de las humildades, desde la convicción de que, casi siempre, el territorio del arte es el fracaso».
Porque el científico debe plantearse su tarea desde la mayor de las ambiciones, con todo el orgullo posible, para ejecutarla con la mayor de las humildades, desde la convicción de que, casi siempre, el territorio de la ciencia es el fracaso.
En la sabiduría/ignorancia colectiva coexisten las dos visiones: el éxito y el fracaso. De la ciencia y del arte. Las cuatro pueden ser míticas e idealizadas. Alienantes, falsas. O verdaderas y emancipatorias.
Ojalá en cada rincón del mundo sobrevivan –felices: the pains & pleasures of writing– pintoras y escritoras obstinadas en explosionar la realidad en los márgenes de sus óleos, novelas, poemas, collages…