La noticia no me turbó.
Unos días antes,
cuando iniciábamos el paseo,
se había despedido.
Lo importante siempre se trata primero
y se solventa en poco tiempo.
Tras el adiós
proseguimos con lo nuestro:
la pasión desmedida por el conocimiento
y el escepticismo acerca de lo que sabemos,
el fervor por las aproximaciones a la verdad
y la convicción del fracaso en todos los intentos.
Los zarandeos a mi temple vinieron luego
al recibir condolencias de colegas coetáneos.
Aquellos a los que tantas veces manifesté
mi obsesión en preguntar y preguntar,
no para alcanzar certezas,
sino para crecer en conocimiento.
Aquellos a los que en tantas ocasiones mostré
desesperanza y abatimiento
ante la ausencia de respuestas
y la ignorancia de reconocidos expertos.
Aquellos a los que continuamente transmití
satisfacción y gozo
al tropezar con quien iluminó un lóbrego camino
y reveló diferentes trayectos.
Aquellos a los que reiteradamente expresé
entusiasmo y júbilo
por estar al lado de un ser humano
que enseñaba a hacer, haciendo.
Sacudidas posteriores descompusieron mi ánimo.
Aparecieron de manera inesperada
mientras agradecía pésames de jóvenes compañeros
con los que ahora remo en la barca.
Tales estremecimientos han desvelado
un proceso de envejecimiento claro.
Menciono una y otra vez el pasado
hasta provocar en los colegas cansancio.
Les reitero la necesidad de poner la máxima ambición
en cualquier tarea de adquisición del conocimiento
y la exigencia de ejecutarla con la mayor humildad
ante la imposibilidad de alcanzar la esencia de las cosas.
E insisto hasta el aburrimiento
en que solo se enseña a hacer, haciendo.
En esas visitas a la memoria nunca pronuncio su nombre,
Salvador de Mateo,
se da por entendido a quien aludo cuando digo «mi maestro».
Salvador de Mateo (1951-2021) falleció el 6 de julio de 2021. Desarrolló su actividad laboral en el ámbito de la vigilancia epidemiológica en el Centro Nacional de Demostración Sanitaria (1976-1987), en la Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha (1988-1994) y en el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III (1995-2016). Más allá de su labor como epidemiólogo, el recuerdo de Salva en numerosas personas es su permanente disponibilidad a poner la sabiduría que poseía al servicio de todos aquellos que acudían a su despacho. Ya fuera para recibir un consejo de cómo y por dónde encauzar la trayectoria profesional, encontrar respuesta a los desafíos técnicos que las actividades de la salud pública conllevan, o recibir asesoramiento metodológico para una práctica científica correcta. Esa disposición para prestar ayuda continuó durante su retiro laboral. No es extraño que haya dejado huérfanos a sus discípulos. Yo soy uno de ellos. Más adelante, mi relación con él devino en amistad. En su memoria he escrito el poema Maestro.
Contribuciones de autoríaE. Regidor es el único autor del texto.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesNinguno.