Ha llovido mucho desde la primera edición de Lecciones de higiene y sanidad, que muchos denominan simplemente «el Piédrola», un texto que apareció en 1962 como compendio de las clases de la asignatura de higiene en los estudios de medicina, formato que se mantuvo hasta 1982 y cuyos contenidos reflejaban fielmente el alcance de la sanidad de la época y el papel de los académicos de la disciplina, funcionarios de una élite (por lo selectivo de su acceso) que podían simultanear la docencia con las tareas profesionales, posibilidad limitada hoy a los facultativos hospitalarios.
Como cuenta López Piñero1, la obra es heredera de Teoría y práctica de sanidad pública para médicos y sanitarios, de Juan Moroder, y del Tratado de higiene y epidemiología de Antonio de Cienfuegos, Gerardo Clavero del Campo, Valentín Matilla, José Antonio Palanca, Vicente Sanchis, Antonio Vallejo, Ulpiano Villanueva y Emilio Zapatero, ambas de 1941. La segunda edición de éste tuvo una nueva edición en 1952 bajo la dirección de Matilla y con la colaboración, entre otros, de Gonzalo Piédrola Gil, quien dará su nombre a las once ediciones que lleva el tratado de que nos ocupamos y que pronto se denominó Medicina preventiva y social, higiene y sanidad ambiental. Este título volvió a modificarse en la octava edición para adoptar el actual, homónimo del área de conocimiento universitaria y de la especialidad médica oficial.
La undécima edición, objeto de esta recensión, reproduce el prefacio de la novena firmado por el mismo Gonzalo Piédrola Gil, lo que viene a ser, además de homenaje complementario, ya que sus apellidos figuran también como antetítulo, una manifestación explícita de continuidad por parte de sus once directores y sus doce directores asociados, todos ellos catedráticos de la materia en la universidad española. Este nutrido grupo de editores bien podría interpretarse como una aproximación entre distintas y a menudo opuestas maneras de entender la profesión, aunque en estos tiempos de reivindicación de la memoria histórica quepan otras interpretaciones.
Gonzalo Piédrola Gil nació en Granada el 2 de abril de 1907 y murió en Madrid el 19 de noviembre de 1996. En su dilatada biografía destacan sus primeras experiencias como médico militar en Marruecos, una carrera que culminó con el fajín de general tras pasar por el Instituto de Higiene del ejército, donde durante muchos años fue jefe de la sección de vacunación antivariólica hasta que llegó a la dirección tras ocupar la jefatura de estudios. Como médico de sanidad nacional se responsabilizó de la sección de geriatría, gerocultura y protección de radiaciones ionizantes en la Dirección General de Sanidad, hasta que pasó a la Escuela Nacional de Sanidad como jefe del laboratorio de parasitología, donde llegó a jefe de estudios y subdirector2.
Los contenidos del libro abarcan prácticamente todas las áreas de la salud pública, tal vez con la excepción de la participación ciudadana y la salud comunitaria. Estructurada en diez partes, una de ellas (la dedicada a la protección de la salud) dividida a su vez en dos secciones (medio ambiente y salud humana y vigilancia sanitaria de los alimentos), contiene un total de 101 capítulos que firman 164 autores; prolijidad que obedece al carácter integrador del texto, aunque a veces el estilo se resienta. Los nuevos autores incorporados enriquecen la variabilidad de enfoques, si bien el propósito homogeneizador de un texto con vocación canónica, referencia para los estudiosos, la difumina en parte y se pierde la tensión entre las posiciones más distantes, desde la perspectiva clínica de la medicina preventiva, que sigue predominando, al planteamiento más salubrista.
La obra se enmarca en la tradición enciclopédica de los tratados de salud pública iniciada con el clásico Preventive Medicine and Hygiene editado en 1913 por Milton J. Rosenau3, y que culmina con los tres volúmenes del Oxford Textbook of Public Health4; una tradición que en los apresurados tiempos que corren puede a duras penas mantener su vigencia cuando el ámbito a que se refiere es global. De ahí que, paradójicamente, el mayor interés del texto comentado radica en las aportaciones locales, en particular las que tratan de la sanidad y de los problemas de salud en España. La inabarcable extensión del programa de salud pública aconseja, sin embargo, planteamientos más pragmáticos, a la manera de los manuales de práctica de la salud pública como el excelente texto editado por Pencheon, Guest, Meltzer y Muir Gray5, cuya adaptación a la situación española sería de mucha utilidad para los profesionales de la salud pública de lengua española.