El periodista conversa con el poeta Luis García Montero (Granada, 1958)1,2:
«P. Usted siempre ha defendido para la poesía una dimensión política sin panfletos.
R. Recuerdo que después de una lectura en un pueblo con ayuntamiento del PCE (Partido Comunista de España), el alcalde tomó la palabra para pedir a los hombres que no pegaran a sus mujeres por ir a la escuela nocturna. La nueva sentimentalidad cristalizó como política, sí. Claro que en una ocasión estaba con Alberti en la RDA (República Democrática Alemana) y pasaron unos folletos en los que se decía que los poetas cantan a la colectividad frente a los sentimientos pequeñoburgueses. Le dije a Rafael: «Si les doy a éstos un poema para que lo traduzcan me mandan a la cárcel».
P. ¿Recuerda dónde estaba cuando cayó el muro de Berlín?
R. […] Ya lo avisó Cernuda: nuestras revoluciones pueden ser más crueles e injustas que nuestras leyes. Para mí la pregunta era: ¿qué hacer? ¿No seguir porque las banderas se han manchado? ¿Dejar los sueños porque se han corrompido?
P. ¿Ese sentimiento llegó a su poesía?
R. Ese sentimiento atraviesa un libro como Las flores del frío, de 1991. Por un momento tuve la tentación del ensimismamiento. Al final decidí no dormir en la misma cama que mis sueños. De ahí el título del libro siguiente: Habitaciones separadas. El reto era no caer ni en el cinismo ni en el silencio y apostar por la conciencia como espacio entre la intimidad y los vínculos colectivos. Hay que reivindicar la individualidad porque la ideología neoliberal lo está homologando todo y liquidando los espacios públicos a costa de liquidar la conciencia.»
La conciencia como espacio entre la intimidad y los vínculos colectivos. Los espacios públicos y la conciencia: ¿así que entre ellos hay algo?, ¿que tienen una historia, una aventura…? Pues si es así, entonces lo lógico es que duerman en la misma cama, ¿no? Ah, pero es que además están los sueños… ¿Con quién duermen los sueños sino con una? Hummm… que hay que separar, que no se pueden mezclar las cosas… Vaya pues.
A pesar de todo: como no quería alambradas ni cemento entre su vida y sus sueños, como aborrecía de esquizofrenias, mutilaciones y penitencias… Prefirió soñar despierto, vivir en el mismo aire, en la misma cama que sus sueños.
Quizá no tenía razón y sí la tenía el poeta; o quizá ambas opciones eran aceptables, acertadas, alternables. ¿Dormir o no dormir con los sueños?
Una vez más: las cien formas de engarce entre lo individual y lo colectivo, entre persona y ambiente, entre uno y los demás, entre los sueños (y las ideas y…) y la realidad. Aunque suene un poco bestia, contrástese al poeta García con Alan, el bastante patético brokerde «Diario de un mal año»3,4, quien en palabras de su novia, la bellísima Anya, lo ve así:
«The two dimensions, the individual dimension and the economic dimension – that is how Alan sees the world, the individual dimension being nobody's business but your own and the economic dimension being the big picture».
«Las dos dimensiones, la individual y la económica: así es como Alan ve el mundo, la dimensión individual, que no es asunto de nadie más que tuyo, y la dimensión económica, que es la realidad del ancho mundo».
La conciencia como espacio que parece sólo interno, pero que en realidad es el espacio privilegiado entre uno y los demás. Intentan liquidar espacios públicos a costa de liquidar conciencias, y viceversa. Lo intentan, pero no lo lograrán, durmamos o no con nuestros sueños.