Las listas de espera para recibir asistencia no urgente, en procesos diagnósticos o tratamientos, se dan fundamentalmente en los sistemas sanitarios de financiación pública como el español y otros muchos países europeos. Si éstas son moderadas, pueden ser útiles en el proceso de gestión de estos pacientes y son aceptadas por profesionales y usuarios. Las listas de espera para intervenciones quirúrgicas se pueden interpretar, erróneamente, como un simple desajuste entre la demanda y la oferta de un determinado procedimiento. Si así fuera, sólo deberíamos ir aumentando los recursos hasta terminar con las listas.
Sin embargo, existen muchas evidencias de que el aumento aislado de los recursos no es la solución, ya que el tiempo medio de espera disminuye pero la lista se alarga por la cola. Serán necesarias, pues, otras medidas de gestión.
Es necesario gestionar las listas, tanto en el plano social, de administración sanitaria y, sobre todo, en el ámbito del centro sanitario. La gestión clínica en los servicios y la gestión de cada profesional, con criterios de inclusión de evidencia científica en la indicación y en los resultados esperados de cada paciente (efectividad del procedimiento), y con criterios éticos y de eficiencia en la utilización de recursos, priorizando por gravedad, probabilidad de mejora y criterios sociales, es una obligación ineludible para mejorar el problema de las listas de espera.
En este proceso de priorización, la sociedad debe tener su voz, su opinión, pues existen factores no médicos que pueden influir en la distribución y priorización de recursos. En este camino existen experiencias en otros países que deberíamos analizar. Finalmente, como decía Archie Cochrane1, «todo tratamiento eficaz ha de ser gratuito», que, dicho de otra manera, sería: no está justificada la financiación en el sistema público de procedimientos que no aporten un beneficio significativo para el paciente.
Waiting lists for non-urgent medical care, in diagnostic or therapeutic procedures, occur mainly in public health systems such as those found in Spain and many other European countries. If waiting lists are moderate they can be useful in the process of managing these patients and are accepted by health professionals and health services users.
Waiting lists for surgical procedures can be interpreted, erroneously, as a simple imbalance between the supply and demand for a particular procedure. If that were the case, we would only have to progressively increase resources until eliminating the lists.
However, considerable evidence suggests that the isolated increase of resources does not solve the problem since the mean waiting time is reduced but the waiting list becomes longer. Therefore, other management measures are required.
The management of waiting lists is necessary at the levels of society, health administration and especially health centers. Clinical management by departments and individual health professionals is essential, using the criteria of inclusion of scientific evidence in the indication for treatment and in the results expected for each patient (effectiveness of the procedure) as well as ethical criteria and considerations of resource use efficiency. Prioritizing patients according to severity, probability of improvement and social criteria is an unavoidable obligation in improving the problem of waiting lists.
In this process of prioritization, society should also be able to voice an opinion since non-medical factors may influence the distribution and prioritization of resources and in this context the experience of other countries should be analyzed. Finally, as Archie Cochrane said “all effective treatment should be free” which, put another way would be: in a public system, the financing of procedures that do not provide significant benefits to patients is not justified.