Es muy reconfortante que profesionales sanitarios, como Borrell et al.1, aborden el tema de las desigualdades, expresión del compromiso con la salud de la población y especialmente con los más desfavorecidos. En su artículo, estas autoras nos transportan a 12 hitos de reducción de desigualdad en 10 años, de los que citan el aumento de la esperanza de vida con reducción a la mitad de la diferencia entre barrios y la reducción en un 25% del sufrimiento psicológico. Mis comentarios se dirigen a aspectos clínicos. Muchos pacientes de la banda más baja de las desigualdades ciudadanas en salud, a la tercera pregunta hipocrática que enriquece la enfermedad actual, «¿A qué lo atribuye?», responden «a estar en la calle». Estrés, insomnio, agresiones, falta de higiene, sarna, depresión, pérdida de la autoestima, dependencias de drogas, psicofármacos y violencia machista (a menudo no denunciada) confluyen en esta atribución, con aspectos preocupantes en las mujeres y con especial énfasis en el consumo de alcohol y drogas, el desempeño de su maternidad y la violencia de género2. Se aprecia a la observación. Más personas durmiendo en la calle y la anamnesis descarta la voluntad propia y demuestra que los dispositivos no responden a las expectativas.
Un clásico principio clínico es que no se diagnostica lo que no se conoce. Muchas de estas personas no existen en los censos ni en los listados sanitarios, y tampoco para los médicos de atención primaria, a pesar de que sufren enfermedades mentales y orgánicas.
Preocupa el pronóstico. Sin poder acreditarse para conseguir un puesto de trabajo, sin dinero y con obvias necesidades diarias, el deterioro es claro en las diversas esferas de la persona.
Ojalá en una ulterior revisión de las desigualdades estos indicadores cuenten también con notable mejoría. Pero los tiempos para el clínico son también diferentes. No suele poder esperar 10 años a las mejorías en sus pacientes.
Como citan Ezzati et al.3, la superación de las desigualdades en las ciudades solo puede lograrse si las administraciones municipales reconocen la presencia, las contribuciones y las necesidades de las poblaciones migrantes, transitorias y periurbanas, y proporcionan un acceso equitativo a una atención médica de calidad y la promoción de los derechos a un alojamiento seguro y a un entorno laboral.
Las personas sin hogar tienen tasas más altas de mortalidad prematura y una mayor prevalencia de enfermedades infecciosas y de trastornos mentales y del comportamiento que la población general. Estas poblaciones tienen una tasa de mortalidad aproximadamente 8 veces mayor para los hombres y 12 veces mayor para las mujeres que la población general4. Y una de cada tres de las muertes entre las personas sin hogar se debe a causas médicamente evitables5.
Reitero las felicitaciones a las autoras por abordar un tema tan importante como es el de las desigualdades en salud, con la esperanza de que desde sus responsabilidades consigan que no tener personas viviendo en la calle sea una prioridad política en Barcelona. Como dicen algunos autores, un auténtico barómetro de justicia social5.
Contribuciones de autoríaJ. Delás es el único autor de la carta.
FinanciaciónNinguna.
Conflictos de interesesNinguno.