La ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social manifestó en noviembre de 2018 la intención de implantar el Nutri-Score en España1. Este anuncio desató una batalla por el sistema de etiquetado frontal interpretativo en todos los frentes: científico-profesional, empresarial, civil y político. En 2020, cuando el ministro de Consumo asumió las competencias de seguridad alimentaria y nutrición, se encontró con un rechazo frontal al Nutri-Score en los partidos de la oposición y en el seno del propio gobierno, con el ministro de Agricultura declarándose abiertamente en contra2. Las sociedades científicas tampoco se ponen de acuerdo: mientras que las de salud pública y administración sanitaria (Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria [SESPAS]) se han posicionado, con ciertas reservas, a favor del Nutri-Score3, las de alimentación, nutrición y dietética (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética [FESNAD]) están mayoritariamente en contra4. Una parte de la industria agroalimentaria, con los sectores del cerdo ibérico y el aceite de oliva a la cabeza, rechaza el Nutri-Score, pero cada vez son más los fabricantes de alimentos que apuestan por este sistema, como Nestlé y Danone5. Mientras la Organización de Consumidores y Usuarios aplaude esta adhesión, desde Justicia Alimentaria la interpretan como una muestra de que Nutri-Score es una herramienta al servicio de estas multinacionales6, lo cual parece una exageración si consideramos que Nestlé se alió en su día con otros gigantes de la industria (Unilever, PepsiCo, Coca-Cola, Mondelez, Mars) para proponer una versión «evolucionada» del semáforo nutricional múltiple basada en porciones7. No obstante, cabe preguntarse por qué buena parte de los gigantes de la industria alimentaria que opusieron una resistencia tenaz a la implantación del semáforo nutricional múltiple en Europa hace poco más de una década, invirtiendo un millardo de euros en una campaña en su contra cuando se estaba perfilando el Reglamento Europeo sobre información alimentaria facilitada al consumidor8, apoyan ahora abiertamente un sistema de semáforo nutricional simple o guardan silencio al respecto.
Empecemos por la ciencia. Los sistemas de etiquetado frontal interpretativo se pueden clasificar en cuatro grandes grupos9. Primero, los que proporcionan una valoración global de la calidad nutricional del producto, resumida en un código de colores tipo semáforo, como el Nutri-Score de Francia, o en una puntuación numérica, como el Health Star Rating System de Australia y Nueva Zelanda. Segundo, los que indican que un producto tiene un perfil nutricional mejor que el resto de los productos de su categoría, a modo de alegación nutricional, como el Keyhole de los países nórdicos. Tercero, los que proporcionan una valoración del contenido de varios nutrientes críticos, tipo semáforo múltiple, como el Multiple Traffic Lights system del Reino Unido. Y cuarto, los que indican la presencia de uno o varios nutrientes en exceso, tipo advertencias, como los sellos chilenos. Los sistemas de alegación pueden inducir a las personas consumidas a interpretar erróneamente que un producto con logo es saludable, y los sistemas de semáforo múltiple pueden resultar confusos para el consumidor medio cuando aparecen combinaciones de distintos colores en un mismo producto9. En comparación, el semáforo nutricional simple y los sistemas de advertencias representan un avance. Las revisiones más recientes muestran que, aunque todos los sistemas frontales interpretativos mejoran la comprensión de la información nutricional de los productos en comparación con la ausencia de etiquetado frontal o con sistemas no interpretativos, los semáforos simples son más efectivos para ayudar a distinguir entre productos más o menos saludables, y los sistemas de advertencias son más efectivos para desincentivar la compra de productos no saludables10–14, debido a la mayor preocupación de los/las consumidores/as por evitar los rojos que por elegir los verdes15. Además, los sistemas de advertencias permiten decisiones más rápidas16, que son de evitación ante colores sugestivos de riesgo o peligro, como el rojo17, lo cual es de gran importancia al hacer la compra, cuando tenemos que tomar muchas decisiones en un corto espacio de tiempo sometidos a multitud de estímulos. Por último, los sistemas de advertencias con imágenes o mensajes sobre las consecuencias para la salud del consumo de bebidas azucaradas se han mostrado particularmente efectivos para reducir su compra18. Por tanto, desde la perspectiva del interés de la salud pública, un sistema de advertencias es preferible al semáforo nutricional simple. Sin embargo, ambos sistemas comparten una limitación importante, ya que no tienen en cuenta la presencia de edulcorantes acalóricos. La sustitución de todo o parte del azúcar por edulcorantes acalóricos no convierte a un producto en saludable, pero permite que Nutri-Score otorgue un semáforo verde a algunos productos con nulo valor nutricional, como un refresco ligth, y que desaparezca la imagen relativa al exceso de azúcar en los sistemas de advertencias. El sistema de etiquetado de México, basado en los sellos chilenos, ha solventado esta deficiencia añadiendo un nuevo mensaje con la siguiente advertencia: «Contiene edulcorantes. No recomendable en niños»19.
En paralelo con los avances científicos, y ante las demandas de la sociedad civil, de organizaciones científico-profesionales y de la Organización Mundial de la Salud, en la última década un número creciente de países han implantado algún sistema de etiquetado frontal interpretativo9, incluidos sistemas de advertencias, como los sellos chilenos, que han mostrado su efectividad en condiciones reales de compra20. Esto explicaría los cambios de posición observados en la industria en relación con este asunto. Actualmente, el Nutri-Score representa una amenaza menor para los intereses de un importante sector de la industria alimentaria en comparación con los sistemas de advertencias, particularmente con la versión mejorada de los sellos chilenos implantada en México19. Como señala Marion Nestle: «La mejor prueba de la efectividad de un sistema de etiquetado para modificar las elecciones alimentarias es la intensidad de la oposición de la industria a su implantación»21. El Nutri-Score está diseñado de tal forma que con pequeñas reformulaciones, como la adición de fibra, la reducción de grasa saturada y azúcares, o su sustitución por edulcorantes acalóricos, muchos productos ultraprocesados pueden obtener un semáforo verde22; sin embargo, esto no los convierte en saludables, como da a entender el color verde, solo son productos con un perfil nutricional más favorable que aquellos con semáforo amarillo o rojo. Los patrones alimentarios saludables, como el mediterráneo, se basan en el consumo mayoritario de productos frescos, que no llevan etiquetado, o mínimamente procesados23. Lo recomendable es evitar los ultraprocesados, habitualmente altos en calorías, sal, grasa saturada y azúcares, pero si se consumen es preferible elegir los que tienen un semáforo verde o carecen de advertencias24. Otra limitación del Nutri-Score está en relación con el aceite de oliva, también el virgen extra, un producto con propiedades muy saludables que obtiene un semáforo amarillo22. En su posicionamiento de apoyo al anuncio del Ministerio de Sanidad con la intención de implantar el Nutri-Score en España, el 19 de noviembre de 2018, SESPAS ya señaló la necesidad de abordar las cuestiones relativas al aceite de oliva y los edulcorantes acalóricos.3 La FESNAD mantiene su rechazo al Nutri-Score, pero sin proponer una alternativa concreta entre las múltiples opciones disponibles25. Más bien al contrario, señala la necesidad de realizar un profundo trabajo previo a la implantación del etiquetado frontal, lo cual parece una estrategia dilatoria, una de las principales tácticas de la industria para cuestionar los sistemas de etiquetado frontal interpretativo y evitar o retrasar su implantación26.
El Nutri-Score es un sistema de etiquetado frontal interpretativo. Por ello, y teniendo en cuenta las limitaciones señaladas, debe aplicarse con precaución o evitar su uso en políticas para las que no ha sido diseñado. Por ejemplo, la regulación de la publicidad alimentaria dirigida a niños/as, para la que contamos con un perfil específico diseñado al efecto por la Región Europea de la Organización Mundial de la Salud27; la regulación de la oferta alimentaria en los centros escolares, que debería aplicar criterios nutricionales más rigurosos, incluyendo la presencia de edulcorantes acalóricos y estimulantes como la cafeína19; o la implantación de impuestos específicos, que pueden ser convenientes desde una perspectiva de salud pública para desincentivar el consumo de algunos productos que obtienen un semáforo verde, como determinadas bebidas lácteas y refrescos con edulcorantes acalóricos, cuyo consumo aumenta el riesgo vascular28.
Tres años después del anuncio de la implantación del Nutri-Score en España, algunas industrias han empezado a utilizarlo de forma voluntaria, pero con la particularidad de que lo incorporan de forma preferente en aquellos productos que obtienen una buena puntuación. Basta con echar un vistazo a las estanterías de los supermercados para encontrar muchos productos con semáforo verde y apenas ninguno con semáforo rojo. Se trata de un uso fraudulento del Nutri-Score, a modo de alegación nutricional. La mejor forma de defender los derechos de la ciudadanía y los intereses de la salud pública, acabando con este fraude a las personas consumidoras, es la implantación urgente de un sistema de etiquetado frontal interpretativo en España, idealmente uno de advertencias como el de México o, en su defecto, el Nutri-Score. Expertos en derecho señalan la viabilidad de establecer un sistema de advertencias obligatorio en el marco legislativo actual29, mediante la habilitación expresa del artículo 39, apartado 1, del Reglamento Europeo sobre información alimentaria facilitada al consumidor, por razones de protección de la salud pública, protección de las personas consumidoras y prevención del fraude30. No obstante, en caso de optar por un modelo voluntario, a la espera de que se regule la cuestión en el ámbito europeo, el sistema debería implantarse en España de forma urgente, a partir de una fecha concreta en todos los productos de una marca, y no de forma progresiva, con un periodo de demora, pues esto facilitaría, como ya está ocurriendo en este momento, su uso fraudulento como alegación nutricional.
Contribuciones de autoríaM.A. Royo-Bordonada ideó y redactó el artículo en su totalidad.
FinanciaciónNinguna.
Conflictos de interesesEl autor es socio de Justicia Alimentaria y de la Organización de Consumidores y Usuarios.
Nota de descargoEste artículo presenta investigación independiente. Las opiniones expresadas son las del autor y no representan necesariamente la posición oficial del Instituto de Salud Carlos III.