Cuando me inicié en la epidemiología -hace mucho más tiempo de lo que me gustaría- los libros de nivel elemental en español se limitaban al Mausner y Bahn, mi preferido en la época, el MacMahon y Pugh, creo que el preferido por la mayoría, y poco más. La ausencia de libros en niveles más avanzados era -hasta donde puedo saber- absoluta. En los veintitantos años transcurridos fueron apareciendo, primero, traducciones (desde Epidemiología Moderna de Rothman hasta Epidemiología Intermedia, de Szklo y Nieto, por ejemplo) y, posteriormente, obras escritas originalmente en español (como Epidemiología Aplicada, de Irala) que han ido llenando el vacío existente en los niveles elemental e intermedio (la ausencia de libros en español de epidemiología avanzada sigue siendo notable). Al mismo tiempo, la introducción de la epidemiología como asignatura separada en las facultades de medicina provocaba una importante mejoría en la calidad de los capítulos dedicados a esta disciplina en los libros de texto habituales en Medicina Preventiva y Salud Pública (Piédro- la, por ejemplo).
Confieso que es difícil hacer un análisis crítico de una obra prologada elogiosamente por Jonathan M. Samet, con quien ha colaborado el editor del libro. La obra de Hernández-Ávila se sitúa entre las que cubren con solvencia el nivel elemental propio de la actual asignatura Epidemiología General de nuestras facultades de medicina, aunque con la ausencia de algún capítulo dedicado a la validación de pruebas diagnósticas.
Podemos considerar el libro como dividido en dos partes: epidemiología y estadística (sorprendente y acertadamente, en este orden). Después de presentar con brevedad la historia de la epidemiología, se exponen las medidas de frecuencia, asociación e impacto, y se dedican capítulos específicos para los principales diseños epidemiológicos (ensayos clínicos, cohortes, casos y controles, y transversales). La primera parte del libro finaliza con sendos capítulos sobre la investigación de brotes y los sesgos. Toda esta primera parte está tratada de forma sistemática, clara y didáctica; además de explicaciones y ejemplos, el lector encuentra ejercicios basados en investigaciones reales al finalizar cada capítulo.
Al leer, he ido anotando pequeños defectos que debo señalar, sin que esto desmerezca mi buena opinión sobre el conjunto del libro. Por ejemplo, en las medidas de frecuencia no se discute sobre la utilidad comparada de la incidencia acumulada y la densidad de incidencia, ni sobre las relaciones entre ellas. Lo mismo ocurre sobre las relaciones entre razón de densidades de incidencia y riesgo relativo. Igualmente, es curioso que se dedique un epígrafe a las fracciones prevenibles, pero que no se explique la forma de calcularlas. En el capítulo V (ensayo clínico aleatorizado), el apartado de asignaciones dinámicas o adaptativas resulta confuso y merecería una redacción más clara; en el mismo capítulo aparece -!como en tantos otros libros!- la errónea creencia de que en ausencia de normalidad no puede realizarse la prueba de la t de Student.
Sobre la segunda parte del libro (estadística) puedo decir que he disfrutado leyéndola. En pocas páginas se presentan las regresiones lineal y logística, y el análisis de supervivencia. Sin renunciar a la exposición matemática rigurosa, los autores exponen las hipótesis subyacentes a cada modelo, la forma de estimarlo y la interpretación de los coeficientes, además de cómo valorar el sesgo de confusión y llevar a cabo el diagnóstico del modelo.
La terminología del libro merece un comentario aparte. En epidemiología, hemos ido acumulando sinónimos para las diferentes medidas utilizadas (riesgo e incidencia acumulada, por ejemplo). En ocasiones, el mismo término se utiliza para diferentes medidas y debe interpretarse según el contexto (quizá el peor ejemplo sea «riesgo atribuible», que unas veces es sinónimo de diferencia de riesgos y otras de fracción atribuible poblacional). En la obra que comentamos, la terminología no es completamente homogénea y esto puede inducir a error: en la página 105, por ejemplo, se emplea «tasa de incidencia» como medida de riesgo (aparentemente, como sinónimo de incidencia acumulada). Por otra parte, al lector español tienen que chocarle las expresiones «momio» y «razón de momios». No puedo criticar su uso, porque soy de los que utilizan en su lugar los anglicismos oddsy odds ratio. Recuerdo que ha habido intentos anteriores de traducción que no han hecho fortuna («razón de ventajas», por ejemplo).
En resumen, un buen libro que cubre las medidas fundamentales, los diseños básicos y los principales modelos estadísticos en epidemiología, y que puede recomendarse en el aprendizaje del nivel elemental de esta disciplina.