En la taxonomía de la planificación, entendida ésta como la preparación del futuro que deseamos trabajando el presente, al conjunto de detalles que conforman cómo queremos lograrlo se le suele denominar «planificación estratégica», en tanto que el plan que da las respuestas sobre cuándo y dónde actuar forma parte de la llamada «planificación táctica»1. Ambas son tareas arduas, rodeadas de sinsabores y de cuestiones intercurrentes que las dificultan.
Unos versos del escritor uruguayo Mario Benedetti ilustran y sugieren actitudes, conocimientos y habilidades a considerar por quienes se dedican a la tarea de tomar decisiones para lograr objetivos2:
A lo largo de los últimos años se han modificado notablemente los estilos de toma de decisiones en la administración sanitaria y en la planificación de los servicios de salud; se aprecia un cambio de tendencia, de modelos muy regulados, rígidos y jerarquizados, hacia modelos más abiertos, flexibles, participativos y centrados más en la evidencia de los resultados que en las técnicas de trabajo utilizadas. No obstante, queda un largo camino que recorrer para conseguir una gestión sanitaria que se guíe por sus resultados en salud, ya que aún es infrecuente que se usen indicadores que evalúen el funcionamiento de los centros y servicios sanitarios en términos de salud.
La planificación para la salud tiene por fin el cumplimiento de la misión de la salud pública: la prevención de la enfermedad, la reducción del daño y la promoción de la salud, actuando sobre todos los «determinantes» de la salud (desigualdades sociales, medio ambiente, estilos de vida, servicios de bienestar social…). La planificación de la atención a la salud está referida, esencialmente, a los servicios de cuidados personales de salud, y tiene por finalidad optimizar su rendimiento3.
Sería conveniente que la táctica y la estrategia de que habla Benedetti (obviamente referidas a otro contexto y centradas en otro tipo de anhelos) fueran aplicables a algunas de las actividades de planificación en el sector sanitario, y que fueran coherentes y coordinadas. Parece una cuestión clara, pero la realidad a veces es muy distinta: ¿Están orientados los servicios sanitarios al cumplimiento de su misión? ¿Entre los servicios asistenciales y los de salud pública existen puentes o abismos?
Mario Benedetti, escritor colmado de esperanza y sustentador de un optimismo contra el cual no hay vacunas4, es además un referente ético y del compromiso social del ejercicio de una profesión, del que se pueden aprender las citadas virtudes, aplicables también en otro tipo de entornos como el de los servicios sanitarios y la salud pública.