Pese a que muchas personas han sufrido a causa del sida, al verse afectadas tanto físicamente (cánceres, efectos secundarios del tratamiento, trastornos neurológicos y dermatológicos) como en los ámbitos emocional (miedo, depresión) y social (marginación, rechazo), en España algunas áreas de la salud pública se han visto positivamente influenciadas, como las ciencias del comportamiento.
El sida mostró que los profesionales sanitarios no sabían gestionar sus emociones, lo que se reflejaba en un sufrimiento extra que deterioraba su salud, la relación con el paciente y el éxito de la intervención. Las habilidades emocionales que aprendimos pudimos aplicarlas a otras situaciones: pacientes terminales, oncológicos y crónicos; servicios de urgencias; preventivamente con cualquier paciente; y por último también con los clientes internos (colegas, jefes, subordinados).
La necesidad de que el paciente entendiera las consecuencias de «ser portador» y las diferencias con «tener sida», y la importancia de atenuar el impacto de la información, hizo que los profesionales optimizaran su comunicación para preguntar (en lugar de suponer), escuchar (en lugar de oír), empatizar (en lugar de minusvalorar) y reforzar (en lugar de criticar). Sembrar estos verbos generó confianza y ayudó a que los pacientes también los practicaran.
Era imprescindible realizar intervenciones que motivaran cambios en los comportamientos de riesgo (consumo de drogas, sexo sin protección) y promovieran conductas saludables, incluyendo la adhesión terapéutica. Tras revisar la bibliografía y las distintas estrategias, identificamos el modelo PRECEDE de Green y Kreuter1 como el que permitía diagnósticos más ágiles para intervenciones más eficaces. Descubrimos que era más efectivo negociar propuestas que imponerlas, sugerir alternativas que ordenarlas. Ahí surgió ese «Decálogo de motivación para el cambio» que utilizamos para promover cambios duraderos en los hábitos del ciudadano, en la gestión de equipos y en la formación de formadores2, en un contexto en el cual el sida se ha convertido en enfermedad crónica3 y es importante gestionarlo como tal.
Ahora, con la crisis económica generalizada y su impacto directo en la salud pública, llega el momento de recuperar la ética del counselling para promover el respeto y el empoderamiento del otro, haciéndolo capaz de tomar decisiones y comprometerse. La honestidad se mantiene como principal vía para comunicarse y generar confianza4, y la humildad se hace imprescindible para afrontar los retos y pasar a la acción. Y damos un paso más para garantizar la sostenibilidad del cambio (personal y social) abogando por el self counselling5 como herramienta para promover la calidad y transmitir a todos los actores sociales implicados en la gestión del sida que el cambio empieza por uno mismo.
Declaraciones de autoríaAmbos autores han realizado conjuntamente y a partes igualesla argumentación y la redacción de la carta.
FinanciaciónNinguna.
Conflictos de interesesNinguno.