En el informe Closing the gap, de la Comisión para los Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud, se remarca la importancia del género como causa de inequidades en salud que afectan a mujeres y niñas1. Este impulso ha facilitado un auge de los estudios y de las políticas con enfoque de igualdad de género. Si bien el informe enfatiza el carácter estructural de las desigualdades, causadas por desiguales relaciones de poder basadas en el sistema sexo-género, se obvian otras exigencias sociales que también provocan desigualdades.
La estructuración social basada en el orden de género está construida según relaciones de poder, jerarquizadas en beneficio de la dominación masculina2. Entre los mecanismos que mantienen el orden de género está la imposición de unas normas respecto a la sexualidad y los afectos, de manera que se controlan y castigan aquellas formas de deseo que son consideradas disidentes3. La discriminación por orientación afectivo-sexual y por identidad de género disidentes se apoya en los preceptos cisheteropatriarcales inherentes a dicha estructura, de modo que se excluye y estigmatiza a aquellas personas que desafían este orden4.
Pese a que en algunos países se ha avanzado en el desarrollo de normas no discriminatorias hacia las personas lesbianas, gais, trans, bisexuales e intersexuales (LGTBI), aún hoy sufren exclusión en ámbitos como el educativo, el laboral y el reconocimiento de derechos civiles y humanos. Esta discriminación está presente en la atención sanitaria, y podemos observar la privación de acceso a determinados servicios o el rechazo y el desconocimiento por parte de los/las profesionales de la salud. Existe un gran cuerpo de evidencia científica que relaciona la discriminación por orientación afectivo-sexual e identidad de género disidentes con peores resultados de salud, tanto física como mental, incluyendo adicciones o violencia5, e incluso una mayor mortalidad, con una esperanza de vida 12 años menor6. Visibilizar la discriminación y el estigma sufridos por las personas LGTBI, su convergencia con otros factores y el impacto en su salud es necesario para la abogacía contra las desigualdades en salud de toda la población7,8.
Actualmente son muchas las voces que desde España, quizás como reflejo de los avances llevados a cabo en otros países, reclaman la urgencia de identificar y atender las necesidades específicas de las personas LGTBI, así como de introducir una perspectiva de diversidad afectivo-sexual y de género en las políticas y los programas de salud9.
Tenemos la oportunidad de dar un paso adelante en la reducción de las desigualdades por diversidad afectivo-sexual y de identidad de género, estableciendo líneas y grupos de trabajo que aborden estas perspectivas y aboguen por su inclusión en las políticas de salud. Es necesario que las sociedades científicas, las asociaciones civiles y los organismos implicados en salud pública y comunitaria promuevan la investigación y el desarrollo de intervenciones específicas que mejoren el conocimiento de los factores que convierten la diversidad de orientación afectivo-sexual y de identidad de género en un determinante social capaz de provocar inequidades en la salud de las personas LGTBI.
Contribuciones de autoríaA. Gasch-Gallén y J. Tomás Mateos han concebido el manuscrito. El resto de las personas autoras han realizado aportaciones sustanciales a la redacción y todas han aprobado su versión final y son responsables de ella.
FinanciaciónNinguna.
Conflictos de interesesNinguno.