Journal Information
Vol. 32. Issue 2.
Pages 121-128 (March - April 2018)
Visits
Not available
Vol. 32. Issue 2.
Pages 121-128 (March - April 2018)
Original
Open Access
Diseño y validación de la escala para la detección de violencia en el noviazgo en jóvenes en la Universidad de Sevilla
Design and validation of the scale for the detection of violence in courtship in young people in the Sevilla University (Spain)
Visits
16623
María Ángeles García-Carpinteroa,
Corresponding author
agcarpin@us.es

Autora para correspondencia.
, Javier Rodríguez-Santerob, Ana María Porcel-Gálveza
a Departamento de Enfermería, Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología, Universidad de Sevilla, Sevilla, España
b Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación, Facultad de Educación, Universidad de Sevilla, Sevilla, España
This item has received

Under a Creative Commons license
Article information
Abstract
Full Text
Bibliography
Download PDF
Statistics
Figures (2)
Tables (6)
Tabla 1. Psicometría de la Escala Multidimensional de la Violencia en el Noviazgo (EMVN)
Tabla 2. Índices de bondad de ajuste para los modelos factoriales de violencia ejercida
Tabla 3. Cargas factoriales para los modelos propuestos de violencia ejercida y padecida
Tabla 4. Matriz de correlaciones entre factores de violencia ejercida y violencia padecida
Tabla 5. Índices de bondad de ajuste para los modelos factoriales de violencia padecida
Tabla 6. Diferencias de opinión según sexo (prueba U de Mann-Whitney)
Show moreShow less
Resumen
Objetivo

Diseñar y validar un instrumento específico para detectar la violencia ejercida y padecida en las relaciones de parejas jóvenes, la Escala Multidimensional de Violencia en el Noviazgo (EMVN).

Método

Estudio descriptivo de validación clinimétrica. Muestreo aleatorio estratificado por sexo y área de conocimiento, en el que se adoptó como criterio de inclusión tener o haber tenido alguna relación de pareja. La muestra estuvo compuesta por 447 sujetos.

Resultados

Se ha obtenido la EMVN de 32 ítems con tres dimensiones: agresiones físicas y sexuales, conductas de control (ciberacoso, vigilancia y acoso) y abuso psicoemocional (denigración y dominación), como víctima o como agresor/a. No se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre la violencia ejercida y la padecida, pero sí en función del sexo.

Conclusión

La EMVN es una escala válida y fiable que mide los distintos elementos de la violencia en parejas de jóvenes y puede suponer un recurso para la detección integral de conductas violentas en las relaciones de noviazgo que se establecen entre jóvenes.

Palabras clave:
Violencia en el noviazgo
Violencia de pareja
Ciberacoso
Análisis factorial confirmatorio
Estudio instrumental
Abstract
Objective

To design and validate a specific instrument to detect exercised and suffered in the relations of young couples in violence.

Method

Descriptive study of validation clinimetric. Stratified by sex and area of knowledge, which was adopted as inclusion criteria have or have had any relationship. The sample consisted of 447 subjects.

Results

We obtained the Multidimensional Scale Dating Violence (EMVN), 32 items with three dimensions: physical and sexual assault, behavior control (cyberbullying, surveillance and harassment) and abuse psicoemocional (disparagement and domination), as a victim or as aggressor. No statistically significant differences were found between the violence exerted and the violence suffered, but it was based on sex.

Conclusion

The EMVN is a valid and reliable scale that measures the different elements of violence in couples of young people and you can suppose a resource for the comprehensive detection of violent behaviors in dating relationships that are established among young people.

Keywords:
Dating violence
Intimate partner violence
Cyberbullying
Confirmatory factor analysis
Instrumental study
Full Text
Introducción

La violencia durante el noviazgo (dating violence) es la que se produce en parejas de jóvenes. Tiene una frecuencia dos a tres veces superior a la registrada en parejas adultas, aunque generalmente de menor gravedad1. Dentro de la categorización clásica de la violencia, se diferencia entre física y psíquica2. Habitualmente, las personas jóvenes tienden a identificar como violencia solo las agresiones físicas (acciones que causan un daño físico, como empujones, golpes y agresiones sexuales)3, mientras que las psicológicas (conductas de control y denigración, amenazas explicitas o implícitas, o acciones para causar miedo o culpa, entre otras) resultan difíciles de detectar y, por tanto, no se denuncian4–8.

Otro de los problemas que subyace en las parejas jóvenes es la normalización de la violencia como estrategia para resolver conflictos, llegando a constituirse como elemento habitual en la relación2. Al inicio del cortejo, o aproximación hacia otra persona con interés romántico o sexual, es el momento en que los modelos sociales de idealización del amor y la inexperiencia pueden hacer más fácil justificar los celos, el control obsesivo e incluso las conductas violentas, como demostraciones del vínculo de pareja9,10. En este sentido, hay estudios que afirman la existencia de diferencias de género en los motivos para ejercer violencia en las relaciones de pareja; en las chicas responde a un deseo de afirmar roles en la pareja para afrontar estados de inseguridad, y en los varones responde a deseos de reafirmar la masculinidad y a estrategias para ejercer el control y el poder2,11,12. En estas relaciones de cortejo y noviazgo, los/las jóvenes utilizan cada vez más las redes sociales y las tecnologías de la información, constatándose nuevas formas de ejercer violencia por parte de parejas o exparejas que las utilizan para controlar, lo que se define como ciberacoso (ciberbullying) o e-violencia13–15.

En cuanto al impacto que generan estas formas de relación violentas sobre la salud, tienen un gran alcance psicoemocional, produciendo elevados niveles de estrés y sufrimiento, con consecuencias más graves para las chicas que la padecen que para los chicos, implicando mayores secuelas físicas y psicoemocionales, sentimientos de tristeza, tendencia suicida, consumo de drogas y estrés postraumático4,16,17. Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2015, la violencia psicológica de control tiene una mayor prevalencia (38,3%) en las chicas jóvenes en el segmento de 16 a 24 años de edad, en comparación con las mujeres mayores de 24 años (25,4%)18. En España, la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LO 1/2004) ha sido un paso decisivo para mejorar la respuesta a la violencia contra las mujeres19.

Hay numerosos estudios que demuestran que las mujeres en la etapa universitaria (20-24 años) se encuentran en riesgo elevado de sufrir violencia en su relación de pareja7,16,19. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la juventud es el periodo comprendido entre los 10 y los 24 años, en el que se encuentra incluida la adolescencia desde los 10 hasta los 19 años.20 La OMS, a través del programa Universidades saludables, insta a las universidades a detectar las necesidades de salud de la comunidad universitaria promoviendo la participación de la misma en acciones que supongan la atención y la solución de sus propios problemas16,21.

Existen instrumentos que evalúan de forma general la violencia de pareja en la población juvenil, entre los que destacan el Cuestionario de Violencia entre Novios (CUVINO), que mide la violencia padecida7; el Cuestionario de Violencia Psicológica en el Cortejo (PDVQ), que estudia la violencia psicológica sutil en el cortejo22; y el Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory (CADRI), que evalúa las conductas de agresión, pero no las de victimización23. Otros cuestionarios miden algún elemento específico de la violencia padecida, como el Physical Violence Victimization, que explora la violencia física con acciones como zarandear, dar bofetadas, puñetazos o patadas3; el Courtship Persistence Inventory, de 41 ítems, que investiga desde los elementos de aproximación y persistencia en el cortejo hasta las agresiones físicas y las autolesiones24; el Multidimensional Measure of Emotional Abuse, de 28 ítems, que evalúa el abuso emocional, las conductas restrictivas y de control, como espiar teléfonos, correos y redes sociales, o vetar las relaciones con amigos y familiares, así como la retirada hostil (negarse a hablar o cambiar de tema a propósito cuando la otra persona intenta conversar sobre un problema)25; y el Psychological Abuse, de 21 ítems, que mide el abuso psicológico con conductas de denigración, ridiculización y menosprecio4.

Sin embargo, no existe un instrumento que evalúe la violencia en jóvenes de forma integral, que integre las dimensiones física, sexual, de control y psicoemocional, tanto en la violencia ejercida como en la padecida. Las conductas violentas en las relaciones de noviazgo durante la juventud no han recibido tanta atención en la investigación como la violencia en parejas adultas, por lo que resulta necesario detectarlas previamente, pues en la mayoría de los casos las primeras agresiones aparecieron ya durante el noviazgo8,13,26.

Por lo tanto, el objetivo de este estudio es diseñar y validar un instrumento específico para detectar la violencia ejercida y padecida en las relaciones de parejas jóvenes: la Escala Multidimensional de Violencia en el Noviazgo (EMVN).

Método

El diseño del cuestionario se realizó a partir de la revisión bibliográfica. A continuación, se llevó a cabo la adaptación transcultural y se exploró la validez de aspecto y contenido mediante la técnica de consenso Delphi. Previamente al trabajo de campo se efectuó un estudio piloto.

Diseño del cuestionarioDefinición de dimensiones y atributos

Para la construcción de la EMVN se tomaron como base los instrumentos Physical Violence Victimization3, Courtship Persistence Inventory24, Multidimensional Measure of Emotional Abuse6 y Psychological Abuse4, que exploraban dimensiones específicas de la violencia identificadas en la revisión teórica (violencia física, comportamientos de acoso, abuso emocional y psicológico a través de conductas de denigración, ridiculización y menosprecio). Las preguntas que conformarían el cuestionario se seleccionaron basándose en estas dimensiones.

Validación transcultural, aspecto y contenido

A continuación se realizó la adaptación transcultural al español, por un filólogo en lengua inglesa y una traductora inglesa nativa. Dichas traducciones fueron valoradas por tres expertas en género, que estimaron una semejanza entre ellas del 94%, seleccionando entre el 7% restante la traducción que estimaron más adecuada en función de las dimensiones del instrumento. Posteriormente se procedió a la validación de aspecto y contenido mediante técnica de consenso Delphi. El panel estuvo formado por tres expertas en género, dos especialistas en metodología de la investigación (concretamente en diseños de instrumentos de recogida de datos) y nueve alumnas universitarias que habían cursado la asignatura Género y salud del Grado de Enfermería. Se obtuvo una versión preliminar de 74 ítems.

Prueba piloto

Se realizó una prueba piloto con 58 estudiantes que cumplían como criterio de inclusión tener o haber tenido alguna relación de pareja. El objetivo fue identificar preguntas ambiguas, posibles errores y conflictos de comprensión. No se modificó, añadió ni eliminó ningún ítem.

Estudio de campo

Seguidamente se realizó el estudio de campo con la versión original (74 ítems) durante el segundo trimestre de 2013. La población de referencia fue de 57.965 alumnos matriculados en Grado en la Universidad de Sevilla, según datos facilitados por el Secretariado del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de Sevilla. Se efectuó un muestreo aleatorio estratificado por áreas de conocimiento (Arte y Humanidades, Ciencias, Ingeniería y Arquitectura, Ciencias de la Salud, y Ciencias Sociales y Jurídicas), en el que se adoptó como criterio de inclusión tener o haber tenido alguna relación de pareja. No se establecieron criterios de exclusión. Asumiendo un nivel de confianza del 95%, un error del±4.62% y el máximo grado de variabilidad de las puntuaciones en la población (0,25), el tamaño muestral fue de 447 estudiantes (tabla 1).

Tabla 1.

Psicometría de la Escala Multidimensional de la Violencia en el Noviazgo (EMVN)

Dimensión  Componente  Ítems
violencia ejercida 
Fiabilidad  Ítems
violencia padecida 
Fiabilidad 
Física  Abuso físico y sexual  20, 23-32  0,888  23-32  0,865 
ControlAcoso  7-12  0,839  7-12  0,837 
Vigilancia  2-5  0,678  1, 2-6  0,766 
Ciberacoso  1, 6  0,611 
PsicoemocionalDominación  16-19, 21, 22  0,801  16-22  0,795 
Denigración  13-15  0,796  13-15  0,771 
Total      0,93    0,91 

Se obtuvo una versión de 64 ítems, 32 por cada subescala (violencia ejercida: «yo lo he hecho»; violencia padecida: «me lo han hecho»), con seis opciones de respuesta (0: nunca; 1: alguna vez; 2: más de tres veces; 3: más de cuatro veces; 4: más de 10 veces; 5: siempre, de forma habitual). Se eliminaron de la versión original (74 ítems) cuatro ítems con cargas factoriales considerables en más de un factor y otros seis que no saturaban convenientemente en ninguno de ellos (correlaciones inferiores a 0,4).

Consideraciones éticas

Este Proyecto de Investigación Biomédica cuenta con el dictamen favorable del Comité de Ética de Investigación de los Hospitales Universitarios Virgen Macarena y Virgen del Rocío. El estudio se plantea siguiendo los requisitos de la Ley Orgánica (LO 14/2007) de Investigación Biomédica.

Análisis estadístico

La fiabilidad del instrumento se determinó mediante la prueba alfa de Cronbach, y la validez de constructo a través del análisis factorial exploratorio por componentes principales, administrado para cada una de las dos escalas de violencia (ejercida y padecida). Esta técnica se aplicó tras haber descartado previamente, mediante la prueba KMO (Kaiser-Meyer-Olkin) y el test de esfericidad de Bartlett, que las correlaciones entre los ítems constituyesen una matriz de identidad. Para la rotación de los componentes, dada la existencia de correlaciones entre los factores, se utilizó el método Promax, que ayudó a minimizar la cantidad de factores y el número de variables con cargas altas dentro de cada uno de ellos. Únicamente se aceptaron valores de correlación (R)>0,4.

Para probar la validez del ajuste de un modelo multifactorial se ha aplicado un análisis factorial confirmatorio por el método de máxima verosimilitud y técnica de bootstrapping, empleada para controlar la falta de normalidad en la distribución de las puntuaciones. En cada tipo de violencia se propone un primer modelo unifactorial que se utiliza como hipótesis nula, según el cual existe un único factor en el que saturan todos los ítems. El rechazo de este modelo, por falta de bondad de ajuste, supondría la pertinencia del modelo multifactorial planteado en cada escala, en el que se considera que cada ítem carga únicamente sobre una variable latente, los factores covarían y los términos de error no están correlacionados.

Para valorar la bondad de ajuste de cada uno de los modelos se ha considerado, tomando como referencia a Boomsma,27 la razón entre ji al cuadrado y los grados de libertad, los índices de ajuste incremental (Incremental Fit Index, Comparative Fit Index, Tucker-Lewis Index) y el error cuadrático medio de aproximación (RMSEA). Se han estudiado también los coeficientes de correlación estandarizados entre factores, y entre variables y factores, con objeto de confirmar, por un lado, la validez de constructo de cada escala, y por otro la validez discriminante del mismo, prestando especial atención, en este último caso, a si la correlación entre las variables latentes, atenuadas por el error de medición (±2 veces el error de medición), era inferior a la unidad.

Para el estudio de diferencias en función del sexo, en cuanto a las puntuaciones de violencia ejercida y padecida por parejas de jóvenes universitarios/as, hemos empleado la prueba U de Mann-Whitney (al no existir distribución normal de las puntuaciones) y la d de Cohen28. En los análisis realizados se han empleado los programas SPSS 21.0 y AMOS 22.0.

Resultados

La EMVN es una escala de 32 ítems compuesta de dos subescalas que miden la violencia ejercida y padecida por parejas de jóvenes universitarios/as. En la subescala de violencia ejercida, los resultados de la prueba KMO (0.93) y del test de esfericidad de Bartlett (χ2=5361,959; gl=496; p <0,001) indican que es posible la extracción de factores a partir de la matriz de correlaciones observadas. A idéntica conclusión llegamos también al observar los resultados de la subescala de violencia padecida (KMO: 0.91; test de esfericidad de Bartlett χ2=5014,445; gl=496; p <0,001).

Subescala de violencia ejercida

Tomando como criterio los autovalores mayores de 1, los ítems quedan agrupados en seis factores y ofrecen información sobre tres dimensiones de violencia (física, control y psicoemocional), con un poder explicativo de la varianza del 58,33%. En la rotación promax, los ítems obtuvieron pesos iguales o mayores a un valor R de 0,52 en el factor al que pertenecían. En cuanto a la fiabilidad de esta subescala, tomando como referencia los criterios de George y Mallery29, resulta aceptable porque se alcanzan valores alfa de Cronbach entre 0,611 y 0,888 para cada uno de los factores (tabla 1).

Tomando como referencia a Boomsma27, los índices de bondad de ajuste considerados serían buenos cuando la razón χ2 y los grados de libertad supusiesen valores inferiores a 5, los índices de ajuste incremental (IFI, TLI, CFI) fuesen superiores a 0,90 y los de error (RMSEA) se encontrasen por debajo de 0,080, aunque lo ideal para este último serían valores por debajo de 0,0527. Los resultados mostrados en la tabla 2 indican una falta de ajuste para el modelo unifactorial, lo cual permite rechazar la unidimensionalidad de la escala y plantear la existencia de medidas diferenciadas para diversos factores.

Tabla 2.

Índices de bondad de ajuste para los modelos factoriales de violencia ejercida

Modelo  χ2/d.f.  IFI  TLI  CFI  RMSEA (IC90%) 
Un solo factor  6,13  0,633  0,578  0,629  0,107 (0,104-0,111) 
Seis factores  3,04  0,859  0,832  0,857  0,068 (0,064-0,072) 

CFI: Comparative Fit Index; IC90%: intervalo de confianza del 90%; IFI: Incremental Fit Index; RMSEA: Root Mean Square Error of Approximation; TLI: Tucker-Lewis Index.

La bondad de ajuste es notablemente mejor para el modelo de seis factores (fig. 1). Como se observa en la tabla 2, la razón entre χ2 y los grados de libertad (χ2=1365,666; gl=449) se sitúa en 3, lo que supone un ajuste aceptable entre el modelo propuesto y los datos observados, al no superarse el límite del valor 5. Las medidas de ajuste incremental se encuentran muy próximas a 0,900, valor a partir del cual puede considerarse un buen ajuste. El error cuadrático medio de aproximación (RMSEA), de 0,068, se encuentra por debajo de 0,08, pero por encima de 0,05, por lo que se estimaría únicamente como aceptable.

Figura 1.

Modelo factorial de la Escala Multidimensional de la Violencia en el Noviazgo (EMVN). Violencia ejercida.

(0.68MB).

En la tabla 3 se presentan las cargas factoriales de cada variable (ítem) en el factor al que pertenecen. La mayoría presentan valores cercanos a 0,70, todas ellas superan el valor 0,52 y resultan estadísticamente significativas (p <0,01). Ello apoya la estructura de seis factores propuesta para la escala de violencia ejercida, y se respalda, por tanto, la validez de constructo.

Tabla 3.

Cargas factoriales para los modelos propuestos de violencia ejercida y padecida

  Violencia ejercidaViolencia padecida
Ítems  R2  R2 
1. Enviar mensajes por SMS, WhatsApp, redes sociales u otra forma de comunicación  0,565  0,319  0,420  0,176 
2. Hacer regalos o favores no solicitados  0,587  0,345  0,583  0,340 
3. Cambiar clases, prácticas o similares para estar más cerca (de él o ella)  0,648  0,420  0,672  0,452 
4. Esperarle/a fuera de clase, casa o trabajo  0,674  0,454  0,665  0,442 
5. Pasar a propósito por los lugares donde la otra persona suele estar (casa, trabajo, bares, fiestas...)  0,543  0,295  0,667  0,445 
6. Buscar información del otro/a en redes sociales o de otra forma que no sea preguntándoselo directamente  0,626  0,392  0,581  0,338 
7. Perseguirle/a  0,562  0,316  0,562  0,316 
8. Preguntar dónde está «cada minuto del día»  0,695  0,483  0,679  0,461 
9. Enfadarse porque la otra persona pasa mucho tiempo con amistades o familiares  0,807  0,651  0,805  0,648 
10. Tratar de hacer sentir culpable a la otra persona por no pasar suficiente tiempo juntos  0,783  0,613  0,747  0,558 
11. Espiar sus cosas (teléfono, correos, redes sociales...)  0,645  0,416  0,635  0,403 
12. Comprobar por amistades, familiares u otra vía si es cierto que el/la otro/a estaba donde decía estar  0,750  0,563  0,723  0,523 
13. Decir al/a la otro/a que no vale nada, que es un/a perdedor/a, un/a fracasado/a o algo parecido  0,807  0,651  0,758  0,575 
14. Ridiculizar el aspecto físico de la otra persona, decirle feo/a o algo similar  0,786  0,618  0,799  0,638 
15. Insultarle/a o menospreciarle/a delante de los demás  0,776  0,602  0,777  0,604 
16. Amenazarle/a con dejarle/a y comenzar a salir con otra persona  0,705  0,497  0,730  0,533 
17. Decirle que otra persona sería mejor pareja  0,726  0,527  0,721  0,520 
18. Sacar a relucir algo del pasado para hacer daño  0,740  0,548  0,598  0,358 
19. Culparle/a de las cosas que no salen bien  0,716  0,513  0,634  0,402 
20. Amenazarle/a con arruinar su reputación  0,673  0,453  0,662  0,438 
21. Evitar o negarse a hablar con la otra persona (durante mucho tiempo) cuando se está enfadado/a  0,521  0,271  0,482  0,232 
22. Enfadarse tanto como para asustar a la otra persona  0,567  0,321  0,561  0,315 
23. Amenazar con agredir físicamente a alguna persona conocida  0,696  0,484  0,629  0,396 
24. Dañar físicamente a alguien conocido  0,772  0,596  0,727  0,529 
25. Conducir temerariamente para asustar a la otra persona  0,593  0,352  0,589  0,347 
26. Amenazar con romper, robar o tirar sus cosas personales  0,770  0,593  0,727  0,529 
27. Romper, robar o tirar sus cosas personales  0,763  0,582  0,706  0,498 
28. Agredir físicamente a la otra persona de forma leve (agarrón, empujón)  0,673  0,453  0,672  0,452 
29. Agredir físicamente a la otra persona de forma fuerte (bofetada, puñetazo)  0,573  0,328  0,685  0,469 
30. Amenazar con autolesionarse  0,827  0,684  0,709  0,503 
31. Autolesionarse  0,791  0,626  0,741  0,549 
32. Forzar el contacto sexual  0,584  0,341  0,464  0,215 

Las correlaciones entre los factores alcanzan valores medios (tabla 4), situándose entre 0,124 (correlación entre las subescalas de abuso físico y de aproximación) y 0,772 (correlación entre abuso físico y denigración). La inexistencia de correlaciones próximas a la unidad nos hace descartar que dos factores representen en realidad una misma dimensión. Ello avala la validez discriminante de la escala de violencia ejercida, que presentaría dimensiones suficientemente diferenciadas.

Tabla 4.

Matriz de correlaciones entre factores de violencia ejercida y violencia padecida

Violencia ejercida  Ciberacoso  Vigilancia  Acoso  Denigración  Abuso físico y sexual 
Ciberacoso           
Vigilancia  0,763         
Acoso  0,475  0,529       
Denigración  0,179  0,245  0,670     
Abuso físico  0,124  0,205  0,515  0,772   
Dominación  0,228  0,352  0,725  0,750  0,689 
Violencia padecida  Vigilancia  Acoso  Denigración  Abuso físico y sexual 
Vigilancia         
Acoso  0,592       
Denigración  0,322  0,628     
Abuso físico  0,229  0,550  0,798   
Dominación  0,326  0,684  0,766  0,791 
Subescala de violencia padecida

Tomando como criterio los autovalores mayores de 1 se obtienen únicamente cinco factores, que ofrecen información sobre las tres dimensiones (física, control y psicoemocional), con un poder explicativo de la varianza del 53,5%. El factor de aproximación (ítems 1 y 6), registrado en el caso de la violencia ejercida, se diluye ahora en la dimensión vigilancia (fig. 2). En la rotación promax, los ítems obtuvieron pesos iguales o mayores a un valor R de 0,42 en el factor al que pertenecían, y los valores alfa de Cronbach para cada factor indican una buena fiabilidad (tabla 1) según la escala de George y Mallery29.

Figura 2.

Modelo factorial de la Escala Multidimensional de la Violencia en el Noviazgo (EMVN). Violencia padecida.

(0.6MB).

Al efectuar el análisis factorial confirmatorio, los índices obtenidos (tabla 5) muestran la falta de ajuste en el modelo unifactorial, justificándose, por tanto, el modelo multifactorial representado en la figura 2. Como puede apreciarse en la tabla 5, este modelo presenta unos índices que suponen niveles aceptables de bondad de ajuste.

Tabla 5.

Índices de bondad de ajuste para los modelos factoriales de violencia padecida

Modelo  χ2/d.f.  IFI  TLI  CFI  RMSEA (IC90%) 
Un factor  5.55  0,642  0,588  0,638  0,101 (0,097-0,101) 
Cinco factores  3.08  0,840  0,811  0,838  0,068 (0,064-0,072) 

CFI: Comparative Fit Index; IC90%: intervalo de confianza del 90%; IFI: Incremental Fit Index; RMSEA: Root Mean Square Error of Approximation; TLI: Tucker-Lewis Index.

En la tabla 3 se presenta la carga factorial de cada variable en el factor al que pertenece (fig. 2). La mayoría presentan valores cercanos a 0,70, todas ellas superan el valor 0,42 y resultan estadísticamente significativas (p <0,01), por lo que se confirma la validez de constructo de la estructura de cinco factores propuesta para la escala de violencia padecida.

Como puede apreciarse en la tabla 4, las correlaciones entre los factores alcanzan valores medios, situándose entre 0,23 (correlación entre las subescalas de abuso físico y de vigilancia) y 0,79 (correlación entre abuso físico y denigración). Al no situarse próximas a la unidad, asumimos la existencia de dimensiones suficientemente diferenciadas, garantizándose así la validez discriminante de la escala de violencia padecida.

Diferencias en función del sexo

No se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre la violencia ejercida y la padecida. De las tres dimensiones analizadas sobre la violencia (física, control y psicoemocional), solo encontramos diferencias significativas (p <0,05), en función del sexo, en ítems correspondientes a la violencia de control y a la psicoemocional. En relación con la dominación, las mujeres suelen recordar en mayor medida a sus parejas hechos del pasado con la intención de hacer daño, mientras que los hombres protagonizan con más frecuencia enfados que pueden llegar a asustar a la otra persona (tabla 6).

Tabla 6.

Diferencias de opinión según sexo (prueba U de Mann-Whitney)

Ítems  Sexo  Rango prom.  Sig. 
1 (A)174  201,48  0,012a0,30
259  227,42 
4 (A)173  196,64  0,008b0,23
257  228,19 
5 (A)169  187,76  0,001b0,33
251  225,81 
6 (B)178  192,96  0,000c0,37
261  238,44 
9 (B)174  205,50  0,017a0,22
261  226,33 
11 (B)173  195,26  0,003b0,32
258  229,91 
12 (B)178  206,09  0,047a0,15
260  228,68 
18 (A)173  230,38  0,015a0,21
253  201,96 
22 (A)174  194,83  0,012a0,24
247  222,39 

(A): ítems «Me lo han hecho»; (B): ítems «Yo lo he hecho»; H: hombre; M: mujer.

a

p <0,05.

b

p <0,01.

c

p <0,001.

El estudio del tamaño del efecto se ha desarrollado atendiendo a la fórmula de Cohen (1988), considerándose para los cálculos desviaciones típicas combinadas.

En lo referente a comportamientos de vigilancia y ciberacoso, ellas buscan más información sobre las actividades de sus parejas en redes sociales, pero afirman recibir mayor cantidad de mensajes controladores y sufren mayor vigilancia que los chicos. Sin embargo, protagonizan en mayor medida situaciones de acoso, como por ejemplo espiar o comprobar, a través de amigos o familiares, dónde se encuentra su pareja. Asimismo, hemos registrado cifras en torno al 12% en agresiones físicas (bofetadas y puñetazos) «al menos una vez» en chicas y chicos, sin diferencias significativas entre víctimas (11,8% de los chicos y 11,6% de las chicas) y agresores (12,8% de los chicos y 12,7% de las chicas han sido agresores). También declaran haber forzado el contacto sexual «al menos una vez» el 10,4% de las chicas y el 14,1% de los chicos. Todas las diferencias registradas (tabla 6) son estimadas, basándose en el valor d, como pequeñas28.

Discusión

En nuestra investigación se ha diseñado y validado un instrumento específico, la EMVN, que mide los distintos elementos de la violencia en parejas de jóvenes, con un número de factores o componentes de violencia que supera el clásico agrupamiento en física o psicológica1,2. Aunque los resultados obtenidos sobre la violencia ejercida y la padecida son muy similares, los factores de ciberacoso y vigilancia se agrupan en el caso de la violencia ejercida, por lo que deducimos que la percepción de las actuaciones relacionadas con estos subtipos es distinta en función de si se ejercen o se padecen. Cuando el sujeto ejerce ciberacoso, considera que «está cortejando» y son conductas normalizadas, pero cuando las padece, la consideración sobre las mismas cambia, las percibe como desagradables y las cataloga como acciones de vigilancia. Estos datos confirman que les resulta muy difícil delimitar dónde termina el cortejo y comienza la intimidación19,24. Además, debido a una idealización del amor romántico, tienden a justificar y normalizar conductas censurables de control y vigilancia9,10.

Las conductas de control son las más prevalentes en parejas jóvenes y adolescentes, según los datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2015. Estas se dan indistintamente en chicos y chicas, y pueden no ser identificadas como abusivas, por lo que las víctimas de la situación no suelen reconocerse como tales7,9,10,30. Coincidiendo con otros estudios, hemos constatado que las agresiones psicoemocionales se instauran como una práctica normalizada en las relaciones de pareja en ambos sexos2,4,16,31. Gómez et al.14 confirma, en parejas de edades comprendidas entre los 14 y los 20 años, que la violencia verbal-emocional es el subtipo de agresión más frecuente con independencia del sexo26. Las chicas ejercían más violencia verbal-emocional, mientras que los chicos cometieron más violencia de tipo relacional y sexual14. Muñoz Rivas et al.31, en su investigación con 2890 adolescentes, señalan que el 90%, sin diferencia por sexo, habían utilizado la violencia verbal como forma de resolver conflictos con sus parejas. Y Bliton et al.32, en su estudio con 598 jóvenes universitarios/as, afirma que hombres y mujeres comparten motivaciones similares para ejercer violencia en la relación de pareja y dificultades para hacer frente a emociones negativas, pero la forma de expresarlo es diferente entre chicos y chicas.

En nuestra investigación no se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre la violencia ejercida y la padecida, pero sí coincidimos con otros estudios en cuanto a diferencias de comportamientos en función del sexo32–34. Hemos registrado que los chicos manifiestan significativamente más que las chicas conductas de dominación y acciones intimidatorias; sin embargo, no encontramos diferencias significativas por sexo en cuanto a violencia física y sexual. Los datos obtenidos en nuestro estudio referidos a las agresiones físicas (12%) y sexuales (10,4% en las chicas y 14,1% en los chicos) resultan preocupantes tomando en consideración la gravedad de este tipo de acciones y el criterio de «tolerancia cero» (que se hayan producido al menos en una ocasión), ya que la normalización de la violencia a estas edades es el preámbulo de conductas violentas en la pareja en la edad adulta, y de ahí el interés por estudiar el fenómeno a edades cada vez más tempranas26,35. Se perpetúa así la construcción social de masculinidad y feminidad clásica, que justifica en cierta forma la «performatividad» de violencia en las relaciones afectivo-sexuales, donde la fuerza es un recurso socialmente legitimado en los mitos y creencias sobre la masculinidad10.

Actualmente, las líneas de trabajo en este aspecto se basan en conceptualizar y delimitar el consentimiento que se otorga al acto sexual, que tiene un abanico amplio tanto de prácticas como de escenarios sexuales. En nuestro estudio, la violencia sexual está poco explorada y solo se valora con el ítem «forzar el acto sexual», que tiene connotaciones distintas en hombres y mujeres. Probablemente las chicas han considerado como «forzar» el hecho de iniciar o incentivar el acto sexual, ya que no hay penetración sin erección del chico. Y quizás para los chicos «forzar el acto sexual» solo haya sido entendido como agresiones físicas con penetración, interpretando que la insistencia o el acoso para acceder a la sexualidad, fuera e incluso dentro de la propia pareja, no se considera «forzar» si se da en un escenario sexual, por una mala interpretación del consentimiento.

Esta puede ser una interesante línea de estudio, la investigación sobre consentimiento y sexualidad en jóvenes, que por complejidad y extensión del tema no ha sido objeto de este estudio. Por tanto, la principal limitación de este estudio es no haber tenido la precaución, en la prueba piloto, de comprobar si el concepto «forzar el acto sexual» se entendía de distinta forma en función del sexo. Por esta razón, con objeto de evitar un posible sesgo en futuros resultados, sería recomendable incluir en la EMVN una nota a pie de página en la que se explicase qué se entiende exactamente por «forzar el acto sexual», especificando dos tipos de acciones: las agresiones sexuales de contenido verbal o visual (insultos, gestos con intención obscena o exhibir partes íntimas) y las agresiones sexuales físicas (besar, tocamientos, penetración).

Nuestra investigación ha sido transversal y coincidimos con otros autores en la necesidad de realizar en el futuro estudios de carácter longitudinal y cualitativo que exploren las motivaciones subyacentes al maltrato y las repercusiones sobre las víctimas26,35. Una de las limitaciones es que no se ha podido controlar la deseabilidad social y puede que algunas conductas no hayan sido declaradas. En estudios futuros habrá que tener en cuenta la orientación sexual, así como explorar en profundidad el ciberacoso, e incluirlo en instrumentos que estudien la violencia en parejas de jóvenes y adolescentes.

En cuanto a las fortalezas de la escala EMNV, destacamos especialmente su facilidad de aplicación, pues es fácil de usar y de interpretar, y la amplitud en cuanto a la cantidad de facetas de la violencia (física, sexual, control y psicoemocional) que aborda. Este instrumento puede constituirse en una herramienta para utilizarla con distintos colectivos de jóvenes, que permita la detección y la constatación de actitudes de violencia y malos tratos hacia la pareja.

Las universidades son instituciones de especial relevancia, pues además de desarrollarse en ellas la docencia y la investigación, son entornos que velan por el derecho a la libertad, la dignidad y la integridad física y emocional de todo su colectivo, y garantes del avance de nuestra sociedad. A raíz de la promulgación de la Ley Orgánica (LO 3/2007) para la igualdad efectiva de mujeres y hombres se fomentó la creación de las Unidades de Igualdad de Género, con el compromiso de luchar contra la violencia. Por ello, la EMVN, al estar probada en este entorno, puede suponer un recurso válido y fiable en la detección integral de conductas violentas en jóvenes universitarios/as.

Por otra parte, es importante invertir esfuerzos en la implementación de programas, nacionales y autonómicos, de prevención de formas violentas de relación en las parejas de jóvenes. Estos programas pueden contribuir a promover las relaciones afectivas sin violencia basadas en el respeto y la igualdad.

¿Qué se sabe sobre el tema?

La violencia durante el noviazgo es tres veces más frecuente que en las parejas adultas, y las primeras agresiones aparecen en este periodo. Habitualmente suelen identificare solo las agresiones físicas; las psicoemocionales están normalizadas como forma de resolver conflictos y demostraciones de amor. Sin embargo, tienen gran repercusión en la salud.

¿Qué aporta el estudio realizado a la literatura?

La Escala Multidimensional de Violencia en el Noviazgo (EMVN) puede ser una herramienta para detectar de forma integral conductas violentas en el noviazgo, fácil de usar y de interpretar. Podría utilizarse en colectivos juveniles para la detección de malos tratos, como base para implementar programas de prevención de violencia en la edad adulta, mediante la promoción de relaciones afectivas respetuosas e igualitarias.

Editora responsable del artículo

Erica Briones-Vozmediano.

Declaración de transparencia

La autora principal (garante responsable del manuscrito) afirma que este manuscrito es un reporte honesto, preciso y transparente del estudio que se remite a Gaceta Sanitaria, que no se han omitido aspectos importantes del estudio, y que las discrepancias del estudio según lo previsto (y, si son relevantes, registradas) se han explicado.

Contribuciones de autoría

M.A. García-Carpintero participó en la concepción y el diseño del estudio, y redactó la primera versión del trabajo, así como el manuscrito. J. Rodríguez-Santero y A.M. Porcel-Gálvez participaron en el desarrollo del estudio y el análisis de los datos estadísticos, así como en la revisión crítica del borrador del manuscrito, con una contribución intelectual clave para la versión final. M.A. García-Carpintero y A.M. Porcel-Gálvez participaron en la recogida de datos y en el proceso de validación. M.A. García-Carpintero, J. Rodríguez-Santero y A.M. Porcel-Gálvez han contribuido a la versión final del manuscrito, el cual han leído y aprobado para su envío a la revista. Todas las personas firmantes asumen los compromisos éticos derivados de la publicación de este documento.

Financiación

Ninguna.

Conflictos de intereses

Ninguno.

Bibliografía
[1]
M. Straus, K. Gozjolko.
Intimate terrorism and gender differences in injury of dating partners by male and female university students.
Journal Family Violence., 29 (2014), pp. 51-65
[2]
J. Sebastián, B. Ortiz, M. Gil.
La violencia en las relaciones de pareja de los jóvenes, ¿Hacia dónde caminamos?.
Clínica Contemporánea., 1 (2010), pp. 71-83
[3]
V.A. Foshee, K.E. Bauman, X.B. Arriaga, et al.
An evaluation of Safe Dates, an adolescent dating violence program.
Am J Public Health., 88 (1998), pp. 45-50
[4]
L.A. Sackett, D.G. Saunders.
The impact of different forms of psychological abuse on battered women.
Violence and Victims., 14 (1999), pp. 105-177
[5]
L. Rodríguez-Franco, J. López-Cepero, F.J. Rodríguez, et al.
Validación del Cuestionario de Violencia entre Novios (CUVINO) en jóvenes hispanohablantes: análisis de resultados en España, México y Argentina.
Anuario de Psicología Clínica y de la Salud., 6 (2010), pp. 45-52
[6]
C.M. Murphy, S.A. Hoover.
Measuring emotional abuse in dating relationships as a multifactorial construct.
Violence and Victims., 14 (2005), pp. 39-53
[7]
R. Valls, L. Puigvert, P. Melgar, et al.
Breaking the silence at Spanish Universities: findings from the first study of violence against women on campuses in Spain.
Violence Against Women., 22 (2016), pp. 1-21
[8]
M.L. Cortés, C. Bringas, L. Rodríguez-Franco, et al.
Unperceived dating violence among Mexican students.
International Journal of Clinical and Health Psychology., 14 (2014), pp. 39-47
[9]
V. Ferrer, E. Bosch.
Del amor romántico a la violencia de género. Para una coeducación emocional en la agenda educativa.
Profesorado., 17 (2013), pp. 105-122
[10]
M.L. Esteban Galarza.
Identidades de género, feminismo, sexualidad y amor: los cuerpos como agentes.
Política y Sociedad., 46 (2009), pp. 27
[11]
V. García-Díaz, A. Fernández-Feito, F.J. Rodríguez-Díaz, et al.
Violencia de género en estudiantes de enfermería durante sus relaciones de noviazgo.
Atención Primaria., 45 (2013), pp. 290-296
[12]
M.B. Vizcarra, A.M. Poo, T. Donoso.
Programa educativo para la prevención de la violencia en el noviazgo.
Revista de Psicología., 22 (2013), pp. 48-61
[13]
C. Barquín, R. Barquín.
Cyberbullying university students: diagnosis and remedies to intervene in gender violence expressed in networks.
Revista de Comunicación de la SEECI., 35 (2014), pp. 94-101
[14]
M.P. Gómez, A. Oliva, A. Hernando.
Violencia en relaciones de pareja de jóvenes y adolescentes.
Revista Latinoamericana de Psicología., 46 (2014), pp. 148-159
[15]
M. Morelli, D. Bianchi, R. Baiocco, et al.
Sexting, psychological distress and dating violence among adolescents and young adults.
Psicothema., 28 (2016), pp. 137-142
[16]
I. Lazarevich, M.E. Irigoyen, A. Sokolova, et al.
Violencia en el noviazgo y salud mental en estudiantes mexicanos.
Global Health Promotion., 20 (2013), pp. 94-103
[17]
M. Blanco.
Implicaciones del uso de las redes sociales en el aumento de la violencia de género en adolescentes.
Revista Comunicación y Medios., 30 (2014), pp. 124
[18]
Macroencuesta de violencia contra la mujer. Madrid: Ministerio de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad; 2015. p. 70-1.
[19]
F. Vázquez, A. Torres, P. Otero, et al.
Prevalencia y factores de riesgo de la violencia contra la mujer en estudiantes universitarias españolas.
Psicothema., 22 (2010), pp. 196-201
[20]
OMS. Salud para todos en el año 2000. La salud de los jóvenes: un desafío para la sociedad. Disponible en: http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/36922/1/WHO_TRS_731_spa.pdf
[21]
Red Española de Universidades Saludables (REUS). Acuerdo Marco, 2011. Disponible en: https://www.msssi.gob.es/profesionales/saludPublica/prevPromocion/promocion/UniversidadesSaludables/REUS.htm
[22]
C. Viejo, J. Ureña, A. Casas, et al.
Psychometrics properties of Psychological Dating Violence Questionnaire: a study with young couples.
International Journal of Clinical and Health Psychology., 1 (2015), pp. 52-60
[23]
A. Fernández-Fuertes, A. Fuertes, R. Pulido.
Evaluación de la violencia en las relaciones de pareja de los adolescentes, Validación del Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory (CADRI) - versión española.
International Journal of Clinical and Health Psychology., 6 (2006), pp. 339-358
[24]
H.C. Sinclair, I.H. Frieze.
Initial courtship behavior and stalking: how should we draw the line?.
Violence and Victims., 15 (2000), pp. 23-40
[25]
S. Buelga, M.J. Cava, G. Musitu.
Validación de la Escala de Victimización entre Adolescentes a través del Teléfono Móvil y de Internet.
Pan American Journal of Public Health., 32 (2012), pp. 36-42
[26]
W. Jennings, C. Okeem, A. Piquero, et al.
Dating and intimate partner violence among young persons ages 15-30: evidence from a systematic review.
Aggression and Violent Behavior., 33 (2017), pp. 107-125
[27]
A. Boomsma.
Reporting analyses of covariance structures.
Structural Equation Modeling: A Multidisciplinary Journal., 7 (2000), pp. 461-483
[28]
J. Cohen.
Statistical power analysis for the behavioral sciences.
Erlbaum, (1988),
[29]
D. George, P. Mallery.
SPSS for Windows step by step: a simple guide and reference.
11. 0 update, Allyn y Bacon, (2003),
[30]
B.A. Eshelman, A.A. Levendosky.
Dating violence: mental health consequences based on type of abuse. Violence and Victims, 27 (2012), pp. 215-228
[31]
M.J. Muñoz-Rivas, J.L. Graña, K.D. O’Leary, et al.
Aggression in adolescent dating relationships: prevalence, justification, and health consequences.
J Adolesc Health., 40 (2007), pp. 298-304
[32]
C.F. Bliton, C. Wolford-Clevenger, H. Zapor, et al.
Emotion dysregulation, gender, and intimate partner violence perpetration: an exploratory study in college students.
Journal of Family Violence., 31 (2016), pp. 371-377
[33]
K. Taylor, T. Sullivan, A. Farrell.
Longitudinal relationships between individual and class norms supporting dating violence and perpetration of dating violence.
J Youth Adolesc., 44 (2015), pp. 745-760
[34]
V.A. Foshee, K.S. Dixon, S.T. Ennett, et al.
The process of adapting a universal dating abuse prevention program to adolescents exposed to domestic violence.
J Interpers Violence., 30 (2015), pp. 2151-2173
[35]
M.J. Muñoz-Rivas, M.P. González, L. Fernández González, et al.
Violencia en el noviazgo: realidad y prevención.
Pirámide, (2015),
Copyright © 2017. SESPAS
Download PDF
Idiomas
Gaceta Sanitaria
Article options
Tools
es en

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?

Are you a health professional able to prescribe or dispense drugs?