La evaluación de tecnologías sanitarias ha avanzado considerablemente durante los últimos 30 años con un notable éxito, en particular por su influencia en la toma de decisiones en la asignación de recursos. Sin embargo, aún existen factores limitantes en su difusión y efectivo impacto en la toma de decisiones sobre política sanitaria. Según destacan los propios directores del libro, Juan E. del Llano y Carlos Campillo-Artero, «Este libro desenreda cuestiones relacionadas con el avance de la evaluación de tecnologías sanitarias y su interrelación con las políticas de salud. En él se destacan los principales factores que deben regir su progreso en el futuro cercano».
Este es el título número 30 de la colección de libros de referencia «Economía de la salud y gestión sanitaria» que dirige Vicente Ortún, y representa, sin lugar a dudas, una de las mejores publicaciones sobre la evaluación de tecnologías sanitarias y su aplicación práctica en la toma de decisiones de los últimos años. Durante el recorrido de sus nueve capítulos, expertos de diferentes especialidades, algunos de ellos notorios precursores de la evaluación de tecnologías sanitarias, muestran sus puntos de vista y realizan un análisis crítico del actual proceso de evaluación, desde la perspectiva más macro hasta la más micro.
Michael Drummond comienza el primer capítulo enfatizando la importancia de un diálogo temprano entre las agencias de evaluación de tecnologías sanitarias, los reguladores y los promotores de nuevas tecnologías, con el propósito de mejorar la recogida de datos durante la fase de desarrollo de la tecnología, para que esta sea adecuada a los requerimientos de las agencias de regulación y de precio de reembolso.
El reto actual que se presenta a la sociedad, y más específicamente a políticos y gestores sanitarios, es promover la innovación a un precio relacionado con su valor, garantizando un sistema sanitario sostenible. En la actualidad, cualquier nueva tecnología sanitaria puede obtener la patente aunque no demuestre tener unos beneficios superiores a tratamientos existentes. En este sentido, en el segundo capítulo, Joan Rovira, a partir de una excelente revisión crítica, nos muestra cómo la evaluación de tecnologías sanitarias puede contribuir a dirigir la innovación que la sociedad demanda, incorporando de forma sistemática en el proceso de esta evaluación mecanismos alternativos a los tradicionales que premien de manera “eficiente” la innovación.
El sugerente título del tercer capítulo, La muela del juicio de la evaluación de tecnologías sanitarias, elaborado por Ricard Meneu, aborda principalmente la necesidad de evaluar la experiencia acumulada en el desarrollo de la evaluación de tecnologías sanitarias, con el propósito de mejorar su papel como herramienta técnica para informar sobre las políticas de salud. Otro reto a superar en este proceso es la necesidad de elaborar un marco de regulación común entre las diferentes tecnologías sanitarias, que guíe los procedimientos y disminuya la variabilidad existente de los métodos y procesos. Carlos Campillo nos da las claves para ello en el capítulo 4: mejorar los procesos no depende de aumentar la regulación, sino de mejorarla.
En el capítulo 5, Anthony J. Culyer revisa cuatro cuestiones relacionadas con el análisis de coste-efectividad y la evaluación de tecnologías sanitarias: la incertidumbre sobre el concepto y el alcance del análisis de coste-efectividad, su especificidad y generalización de resultados, la conveniencia de utilizar QALY o DALY, y la perspectiva sobre la cual debería realizarse dicho análisis. Siguiendo un enfoque más metodológico, José María Abellán nos muestra, en el capítulo 6, dos prácticas soluciones para eliminar o reducir los sesgos en la obtención de los valores de utilidad de los estados de salud, inherentes a los diferentes métodos de licitación de preferencias. La sencilla y didáctica explicación que ofrece el capítulo hace que sea de fácil aplicación para muchos investigadores en la materia.
Por su parte, Juan del Llano realiza una cuidadosa y exhaustiva revisión crítica de la situación actual de la evaluación de tecnologías sanitarias en cinco países europeos. Es especialmente interesante el análisis del proceso en España, y su comparación con el resto de los países. Entre las conclusiones del capítulo destacan la importancia de la colaboración europea en la evaluación de tecnologías sanitarias y las oportunidades que ofrece tener información compartida sobre efectividad clínica en pacientes.
En el capítulo 8, Stuart W. Grande y Glyn Elwyn, abandonando la visión paternalista de la asistencia sanitaria, explican cómo la toma de decisiones compartida puede desempeñar un papel fundamental en la evaluación de tecnologías sanitarias al servir de enlace entre la evidencia que proporciona la evaluación y lo que realmente importa y preocupa a los pacientes.
Por último, H. David Banta nos muestra que la mera difusión de información no garantiza cambios de comportamiento, por lo que una diseminación activa de la evaluación de tecnologías sanitarias es crucial para una correcta asimilación de la información por parte de los decisores. La mayoría de las agencias europeas carecen de estrategias de diseminación, implementación y actividades de evaluación. En este capítulo podemos ver qué estrategias es posible llevar a cabo para avanzar en esta última fase del proceso de evaluación de tecnologías sanitarias.
Como puede observarse, cada capítulo de este libro es esencial por el propio tema que trata. La audiencia a la que va dirigida es amplia (políticos, reguladores, profesionales sanitarios, gestores y promotores de tecnología sanitaria). Su escritura didáctica y su enfoque constructivista tienen un propósito claro: dar las claves para afrontar los nuevos retos y posibilidades que la evaluación de tecnologías sanitarias puede ofrecer como herramienta de ayuda para mejorar la asignación de recursos.
Contribuciones de autoríaLa autora ha concebido y elaborado el manuscrito. También aprueba su versión final.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesNinguno.