Para Carlos y Marina, y para todos nosotros. Invocando a Perséfone, la hija de Zeus y de Demeter, raptada por Hades y adorada en Eleusis.
Ya no está entre nosotros Concha. Nos ha dejado prematuramente, mucho antes de lo previsible si atendemos a riesgos, probabilidades y esperanzas de vida, olvidándonos de que el pleno significado de estos conceptos se manifiesta en el grupo, porque uno a uno la cosa va de ser o de no ser, singularidades ajenas a las medias, odds ratios o riesgos atribuibles que construimos precisamente agrupando las experiencias particulares, tarea ésta la de agregar en la que ha destacado como pocas Concha Colomer, capaz de añadir valor a las múltiples actividades en que participó.
Una vida relativamente corta, demasiado breve para tantos que tanto la queríamos, pero muy densa, cargada de proyectos, iniciativas y resultados. Pero sobre todo de vivencias, que rebasan con creces el ámbito estrictamente profesional. En el sentido de la coherencia entre pensamiento y acción; al estilo de los salubristas comprometidos, para quienes el método y su competencia técnica no son más que el instrumento con el cual intentar cambiar la realidad. Pero tampoco menos; precisamente nos conocimos en un curso de verano en Amherst, Massachussets, el mes de agosto de 1982.
Debemos a Concha relevantes aportaciones en el terreno del conocimiento, como atestiguan algunos de los artículos que firmó con figuras de la talla de Moddolo, Köhler o Starfield, sin desdoro hacia las colegas españolas (ni tampoco a los colegas, dicho sea para respetar su voluntad militante contra el lenguaje sexista), con las que también compartió publicaciones de gran impacto.
En estos tiempos de medicalización excesiva y de consumo sanitario inapropiado, resultan oportunas sus reflexiones en el campo de la promoción de la salud, entendida bajo una óptica genuinamente saludable, inspirada en Aaron Antonovsky y por ello crítica de los excesos de la medicalización. Una visión positiva de la salud materializada en aspectos como la participación comunitaria o la construcción de entornos saludables en las ciudades, en los inicios del movimiento de la nueva salud pública, cuando el proyecto de las Healthy Cities estaba vivo. Con la transversalidad que caracteriza la salud pública y que aplicó primero a la salud infantil y en seguida al análisis y a la reivindicación de la perspectiva de género en salud, sin duda el mayor empeño de Concha, que rebosaba las lindes profesionales para crear el proyecto e-eleusis, actualmente e-mujeres, o la asociación de mujeres progresistas de Valencia.
Aunque podía resultar incómoda para sus adversarios y contrincantes, era muy fácil trabajar con ella en proyectos comunes. Porque sabía ser discreta, comprensiva y generosa. No en vano fue el alma del IVESP en sus primeros tiempos. Una tarea que la presencia de notables figuras de la sanidad y la salud pública española no siempre hacía cómoda. Y cuando el proyecto cambió de orientación, en lugar de lamentarse abrió nuevos caminos, como atestiguan las colaboraciones con Latinoamérica, reconocidas por la dirección de la OPS y por los colegas de allá.
Más tarde emprendería la etapa, que sería postrera, en el Ministerio de Sanidad, ahora también de Políticas Sociales e Igualdad, donde ha llevado a cabo una diligente tarea en pro de la seguridad de los pacientes y de la mejora de la calidad del sistema sanitario, y desde luego en contra de las desigualdades injustas y evitables en cualquiera de sus facetas, pero sobre todo en la de género.
Las contribuciones de Concha a SESPAS han sido enormes. Fue la presidenta del comité científico del Congreso de Zaragoza “Invertir para la salud: prioridades en salud pública” en 2001, autora de diversos capítulos en los informes bienales y de muchos originales en Gaceta Sanitaria. Impulsora del Grupo de Género y Salud Pública, que con la red promovida en el seno del Instituto de Salud Carlos III se ha integrado en el CIBERESP.
Desde hace unos meses presidía el comité organizador de nuestro próximo congreso, el decimocuarto, que celebraremos conjuntamente con la vigésimo novena reunión anual de la Sociedad Española de Epidemiología. La primera vez que compartimos organización y contenido de modo pleno. Y una oportunidad para reconocer nuestra deuda con Concha y, si no saldarla por ser tan grande, corresponder al menos a su esfuerzo con la mejor de nuestras participaciones, en el empeño de mejorar la equidad en nuestra sociedad teniendo en cuenta la salud en todas las políticas. Gracias a todas las contribuciones que me han permitido redactar estas líneas en recuerdo de Concha Colomer Revuelta, fallecida en Valencia el sábado 9 de abril de 2011.