A veces los mundos de las diferentes disciplinasse rozan pero no se tocan,perdiendo el placer del tacto.
Este libro, editado por tres reconocidas antropólogas en el campo de la antropología médica, es una recopilación de lo abordado en el VI Coloquio de la Red Latina de Antropología Médica que, con el título “Antropología, género y salud”, se celebró en Donosti en el año 2006.
Escrito por 19 mujeres y dos hombres, se abordan temas relacionados con la salud, la enfermedad, los cuidados y los servicios de salud desde una perspectiva de su construcción-producción sociocultural. Los temas tratados tienen además un eje transversal, constituido por el abordaje desde un enfoque de género y feminista, y por el énfasis puesto en la cuestión de que, junto con la posición socioeconómica, las desigualdades por razón de género son la causa más importante de inequidades en salud.
El libro está estructurado en cuatro partes; la primera, titulada La investigación en el ámbito de la salud y el género, introduce aspectos metodológicos en la investigación en salud, señalando que la perspectiva de género en el conocimiento no consiste en introducir el sexo como variable de análisis, ni desglosar los resultados por sexo, sino que es una perspectiva, una “mirada” social y política. Se nos propone que esta “mirada” esté siempre presente en los saberes, las metodologías y los objetos de estudio relacionados con los procesos de salud-enfermedad y de la atención-servicios sanitarios.
Con el título Identidades, socializaciones y representaciones de género, la segunda parte aborda los trastornos del comportamiento alimentario con una visión desde la cultura de la alimentación y el cuerpo, y se defiende un abordaje psicocultural de estos procesos; los “ataques de nervios” como ejemplo de expresión “natural y común” del dolor emocional corporalmente expresado por parte de las mujeres de determinadas culturas; el uso de ansiolíticos entre las mujeres en Brasil; y un artículo, al cual me referiré al final, sobre siniestralidad vial y masculinidad.
La tercera parte, titulada Concepciones biomédicas, asistencia sanitaria y relaciones de poder, trata los temas desde los encuentros asistenciales. El embarazo-parto-puerperio en distintos marcos culturales y la “feminización” del diagnóstico de fibromialgia en el discurso médico centran los capítulos de esta sección. A través de ellos se pretende estimular la reflexión sobre el monopolio de las concepciones del saber biomédico, los estereotipos de género que influyen en la construcción de dicho saber y las relaciones de poder que se dan entre los/las profesionales de la salud y las ciudadanas.
Bajo el título División sexual del trabajo y atención a la salud, la cuarta parte, que incluye dos capítulos sobre las prácticas de apoyo y cuidados a los jubilados centroeuropeos que migran a la Costa Blanca y las desigualdades de género en los cuidados informales a personas dependientes en Bizkaia, aborda la atención-cuidados no profesionales a las personas mayores.
Cierra el libro un capítulo, El cuerpo del guerrero. El modelo perverso, que habla de que los significados sociales atribuidos a las conductas son producciones sociales y tienen género, atribuyéndose a los hombres las formas de actuar guerreras, violentas y prestigiosas, y a las mujeres las subordinadas. Señala que estas conductas subordinadas atribuidas a las mujeres están fuertemente cuestionadas desde hace 200 años, mientras que el cuestionamiento de las atribuidas al género masculino no termina de calar en nuestra sociedad. Esto enlaza con el capítulo Siniestralidad vial y masculinidad, en el cual se plantea cómo la conducción temeraria y la asunción de riesgo por parte de los jóvenes hombres constituye una construcción de su identidad masculina. Ambos capítulos plantean que el modelo del guerrero es contraproducente para su salud y la de los/las demás, y que mientras sólo se les cuestionen ciertas conductas violentas, sin cambiar el modelo, no es suficiente para la transformación social.
No queremos acabar esta reseña sin citar el excelente prólogo de Verena Stolke, que sitúa la tensión ontológica que existe entre la antropología sociocultural y las ciencias biológicas en la comprensión de lo humano, y apunta líneas sobre cómo avanzar en la superación de la dicotomía que opone cultura a naturaleza, biología a sociedad y mente a cuerpo.
Queremos hacer una crítica constructiva señalando que, aunque la voluntad declarada del libro es combinar miradas diversas desde diferentes disciplinas, con excepción de Izabella Rohlfs, que es médica epidemióloga, el resto de sus 21 autores pertenecen al campo de la antropología. Cabe señalar que para acercar y superar las líneas de tensión existentes entre las ciencias sociales y las ciencias biomédicas sería bueno el diálogo entre las disciplinas que están más cerca de lo biológico y aquellas que están más próximas a lo psicosocial, y ello permitiría complementar en una visión holística y biopsicosocial las ciencias y prácticas de la salud. Los beneficios de las colaboraciones interdisciplinarias son incuestionables y, como señala Edgar Morin1, construyen pensamiento complejo (complexus, lo que está tejido en conjunto) que relaciona, religa en conjunto y de forma dialógica el saber, en lugar de dividir, parcelar y compartimentar el campo de conocimiento en disciplinas atrincheradas que aíslan los objetos de conocimiento.
En conclusión, se trata de un libro muy recomendable para los profesionales de la salud en general, y para los epidemiólogos en particular, que procedemos de enseñanzas y prácticas con claro predominio biomédico. Escuchar otras voces que nos hablan de salud-enfermedad y atención sanitaria desde esta visión sociocultural y de género nos obliga a reflexionar y abrir nuestras mentes, y nos ayuda a conformar el espacio de los saberes, las prácticas y las metodologías en las ciencias de la salud con una visión más holística.