Hemos leído con interés el artículo de Tejedor-García et al.1 recientemente publicado en Gaceta Sanitaria sobre la calidad de la información y los riesgos en los tratamientos con plantas medicinales chinas ofertadas a través de Internet1. Se trata de un artículo relevante, metodológicamente correcto y que debería despertar de inmediato la atención de nuestros legisladores.
Sin embargo, un aspecto empaña en nuestra opinión la brillantez del artículo. Nos referimos a la utilización del barbarismo «medicina herbal» en el sentido de medicina a base de plantas medicinales. «Herbal» es, según el Diccionario de la Real Academia Española, una palabra usada en la provincia de Salamanca que significa «cereal», lo que se aleja sin duda del sentido que se quería dar a la expresión. Pensamos que los autores han hecho una traducción directa del inglés herbal medicine, recogido como MeSH en las bases de datos más habituales, pero que deberían haber adaptado a nuestra lengua, en la que existen sobradas alternativas: fitoterapia, terapia con plantas medicinales o tratamientos con plantas medicinales.
La primera firmante reconoce en su interesante tesis doctoral que la traducción más correcta de «herbal» sería «plantas medicinales», pero que optó por emplear el barbarismo mencionado por figurar en la versión española de los National Institutes of Health estadounidenses2, organismo que no es, en nuestra opinión, la mejor referencia para el uso correcto del español.
Un daño colateral de la utilización de este tipo de palabras no aceptadas en nuestra lengua podría venir dado por las dificultades para su indexación en las bases de datos que recogen revistas en español. Cierto es que PubMed, Embase y otras bases de datos en inglés clasificarán correctamente el artículo, pero es posible que LILACS o SciELO, entre otras, no lo hagan si deben usar «herbal» como término de indexación.
La cuestión de la correcta utilización de las palabras y del creciente desembarco de neologismos y barbarismos en nuestra lengua ha motivado en ocasiones algún comentario por nuestra parte3 y también por parte de voces mucho más autorizadas4,5. Aun contando con el gran dinamismo de las lenguas y con la dificultad que supone la rápida adaptación de los términos científicos nuevos que se generan (habitualmente en inglés), es necesario hacer un esfuerzo por mantener la corrección formal de nuestra lengua en aquellos para los que sí se dispone de traducción, esfuerzo al que no pueden sustraerse, claro está, los autores, pero tampoco los revisores ni los editores.
Contribuciones de autoríaE. López-Briz concibió la idea y redactó la versión inicial de la carta. B. López-Salvador y J. Esteban-Fernández participaron en la concepción, la escritura y la revisión crítica de la carta. Todas las personas firmantes colaboraron en la redacción del texto y aportaron comentarios u otros elementos para su mejora; así mismo, revisaron el manuscrito y aprobaron la versión final para su publicación.
FinanciaciónNinguna.
Conflicto de interesesNinguno.